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viernes, 28 de junio de 2013

LA MENTE NOS HACE TRAMPAS


 
 

 
En el momento que recordamos, soñamos, pensamos en nosotros mismos o vemos e interpretamos toda la realidad que está a nuestro alrededor, nuestro cerebro puede engañarnos.
El cerebro adultera, finge, falsifica, pero lo que sí es cierto, es que siempre tiene sus buenas razones para hacer esto.
La interpretación sería que a medida que más nos engaña en las erróneas percepciones, más lejos estamos de la realidad y esto puede llegar a ser la base de una crisis emocional.
Hay temas cotidianos que a todos, quien más quien menos, nos toca vivir y entonces debemos luchar con la depresión, la ansiedad, el dolor, la sexualidad, el cansancio mental o físico, las fobias sociales, la personalidad, el placer, el miedo a que nos abandonen, las perversiones, el aburrimiento y los consecuentes riesgos, el dormir y su importancia.
Hay algo más con lo que en la actualidad muchos de nosotros hemos tenido que empezar a luchar...son los ataques de pánico. Esa súbita aparición de miedo intenso a morir o a volvernos locos, palpitaciones, transpiración excesiva, opresión en el pecho, sensación de ahogo, mareos, despersonalización, efectos de aparente irrealidad y otros tantos síntomas.
Aún no hay una lista de qué es lo que dispara esta catarata de cosas. Las causas pueden ser numerosas, pero mucho tiene que ver con esto, la combinación de nuestros genes con factores psicosociales.
En mi país, Argentina, se calcula que entre un 6 y un 8% padece en algún momento de su vida un episodio de esta naturaleza. Las edades más frecuentes oscilan entre los 20 y los 50 años de edad. Es muy importante la valoración que hace cada sujeto, a la hora de desencadenarse un acontecimiento de estos.
A diferencia de los animales, que al no saberlo tienen un problema menos, el ser humano tiene conciencia de que su vida es finita; o sea... sabe que en algún momento se va a morir y eso lo angustia. Comenzamos entonces con presión, dolores de estómago, contracturas, estamos depresivos.... no estamos bien. Si concurrimos al médico estamos acostumbrados a que cada especialista se detenga a explorar cada una de las partes que le decimos que nos duele y así nuestra lista de consultas se torna interminable. A veces incluso dejamos el tratamiento por la mitad porque nos cansamos antes de llegar al diagnóstico final... si es que en algún momento nos lo dan.  
Hay ahora una nueva disciplina: la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). Convergen en ella tanto la psicología como la psiquiatría, inmunología, endocrinología y la neurología. Lo verdaderamente interesante es que se aborda al paciente en su totalidad, ya que de alguna manera lo que le está ocurriendo compromete los cuatro sistemas.
Si bien cada estudio es individual, como todos los sistemas están conectados entre sí, se estudia el comportamiento interrelacionado entre ellos, sin separar los problemas mentales de los corporales.
Es decir, a través de esta disciplina, la medicina ha comenzado a interesarse por conocer a la persona en profundidad y como un todo y no sólo prestarle atención a la enfermedad, desvinculada completamente del individuo que la padece. Cada ser es diferente y una misma enfermedad, en apariencia, puede tener orígenes y motivaciones distintas.
La psicopatía o personalidad psicopática o antisocial, tan nombrada actualmente, tiene como característica que el individuo se muestra insensible ante los derechos y sentimientos ajenos. Manifiestan sus problemas o necesidades impulsiva e irresponsablemente. No toleran la frustración y pueden llegar a ser muy violentos. No sienten culpa y mucho menos remordimiento... al contrario, están siempre buscando un culpable. Muchos de ellos viven bien socialmente porque no necesariamente serán delincuentes y pasan inadvertidos. En general tienen buena imagen social, pero son como lobos disfrazados de corderos, que aunque no lastimen físicamente lo hacen moralmente. Mentirosos, seductores, locuaces, prometen cosas que después no cumplen, manipuladores y muy hábiles para obtener ayuda incondicional, deshonestos y basan sus relaciones en el engaño. La proximidad de un psicópata puede convertirse en una catástrofe si no lo detectamos aunque sea para aprender a defendernos de ellos.
La mente nos hace trampas y las trampas son: nuestros hábitos, nuestros prejuicios, nuestras emociones y nuestra reacción como consecuencia de ellas. Todas estas trampas buscan ordenarse en nuestro cerebro y cuando nos quisimos dar cuenta, si es que lo hacemos, ya se instalaron e influirán para siempre en cada paso que demos a lo largo de toda nuestra vida. 

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