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lunes, 10 de junio de 2013

EL SECRETO DE LA NOCHE - PARTES XXIII AL XXVI

 

Media hora más tarde estaba otra vez en mi casa preparándome un té con un bocadito. Me lo llevé a la mesa y con la guía empecé a buscar alojamiento para poder mudarme. Mientras hacía eso me llamó la señora Hilmer para decirme que debía ausentarse de su casa por unos días y que le preocupaba muchísimo que se quedara allí sola. Le dije que me estaba ocupando en ese momento buscando un lugar para alquilar en otro lado así que me iría cuanto antes. Hilmer iba a estar en casa de una sobrina así que le dejó su teléfono. Cuando escuché que el coche de la señora Hilmer ya se estaba alejando, no puedo negar que sentí cierto temor, pero aún así decidí quedarme todo el fin de semana allí y el lunes resolvería a dónde me mudaría.  A la tarde me fui al cine, precisamente el mismo cine donde Rob había estado la tarde que asesinaron a Andrea y a la salida me fui a comer algo para ya volver cenada a mi casa. Regresé alrededor de las nueve de la noche. Sentía un miedo espantoso de pasar la noche sola allí. Entré al jardín mirando para todos lados, bajé rápido del auto y cuando estaba introduciendo la llave en la cerradura ví bajar un coche por el camino de entrada a toda velocidad y frenó a mi lado. Se bajó un hombre y se avalanzó sobre mí. Pero prendió una linterna y pude ver que se trataba del agente White, que me dijo que la Sra Hilmer le había dicho que yo me mudaría esa misma tarde y que él pensó  que se trataba de un intruso. La llamamos por teléfono y la señora se disculpó por lo que había pasado. Le confirmé al agente que me iría al día siguiente. Me dijo que ya todo el pueblo sabía lo que le había dicho ese día a Rob a lo que le respondí que no había ninguna ley que prohibiera ser sincera con un asesino.

El agente White se notó visiblemente molesto por lo que le dije y me advirtió que había mucha gente que había convivido con Rob en Sing Sing y que estaría dispuesta a hacer cualquier cosa que éste le pidiera.

Le expresé mi agradecimiento por su advertencia pero le dije que no estaba segura si me estaba advirtiendo o amenazando. Se retiró y lo ví alejarse por la ventana.

Me fui a dormir. Me costó bastante conciliar el sueño porque claramente tenía un miedo increíble. Cuando lo logré tuve una especie de pesadilla. Iba en busca de alguien y mi linterna no funcionaba. Después llegaba al bosque y me llegaba el olor de la hoguera que habían hecho en un campamento. Hacía mucho calor y me agarró tos. ¡Pero no era un sueño! Cuando abrí los ojos me estaba ahogando en serio porque la habitación estaba llena de humo. El techo se estaba incendiando y oí un crujido sobre mi cabeza. Sabía que si no salía en cuestión de segundos la casa entera se derrumbaría. Antes de salir pude rescatar mi PC, la impresora, el teléfono móvil y la bolsa de lona con todo el material dentro. Me quemé los pies porque estaba descalza y el piso estaba muy caliente. Como pude bajé la escalera y salí de la casa. Un hombre llegó corriendo por el camino de entrada y me preguntó si había alguien más adentro y me dijo que su esposa había sido quien había llamado a los bomberos. La señora me subió al auto y me llevó a toda velocidad a su casa para que no pescara una pulmonía. Eran mis vecinos de enfrente, que vivían en la que había sido mi casa. Después de veinte años me encontraba nuevamente sentada en la que había sido mi cocina, envuelta en una manta.

Llamaron desde allí a una ambulancia porque había inhalado mucho humo y se hacía imprescindible un control médico exhaustivo. En el fondo me vino muy bien porque no tenía dónde pasar la noche. Me desperté a las siete de la mañana en el hospital con mis pies vendados por las quemaduras sufridas, pero por lo demás me sentía lo más bien.

Tenía la absoluta certeza que Rob habría encargado a algún recluso amigote de la cárcel para que se encargara de eso. Ya el agente White me lo había advertido la noche anterior.

Fui al ropero que había en el cuarto del hospital y encontré mi ordenador y todo lo que había llevado conmigo la noche anterior, sin embargo no tenía dinero, ropa, tarjetas de crédito ni permiso de conducir, porque había perdido todo en el incendio. Pensé que tendría que pedir dinero prestado hasta que me enviaran los duplicados de mis tarjetas de crédito y el permiso de conducir. ¿Habría alguien en ese pueblo dispuesto a ayudarme? Hice una revisión mental y al único viable que encontré fue al inspector Marcus Longo.

Me trajeron el desayuno y luego vino el médico, revisó mis pies y me dijo que ya me podía ir.

Mientras preparada mis pocas cosas para irme, llegó el agente White con el detective Bannister, quien luego de escuchar mi exposición me dijo que para él yo había provocado el incendio con la intención de llamar la atención y victimizarme y de paso acusar a Rob Westerfield de intento de asesinato.

El detective me acusó porque en medio del incendio me vieron tomar mi ordenador, la impresora, el teléfono y la bolsa. Le dije que tenía material muy importante en mi PC y le mostré los periódicos guardados por mi madre desde el día que mataron a mi hermana. Tras esto, que yo me había encargado de desparramar por el piso, el agente White se retiró muy molesto con el detective Bannister e inmediatamente entró la enfermera y viéndome tan disgustada me preguntó si quería tomarme un café caliente que ella me traería del bar del hospital. Accedí. Era la mejor noticia que había recibido esa mañana. Pero mientras terminaba el café y estaba lista para abandonar el hospital, se hizo presente mi padre. Se deshizo en atenciones. Yo estaba furiosa al verlo pensando en todo lo que nos había hecho a mi madre y a mí. Vino a pedirme que fuera a vivir con ellos a su casa para estar más cuidada, opción que por supuesto rechacé. Cuando se fue me dejó una tarjeta suya para que lo llamara en cualquier caso que necesitara algo de él.  

 

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