El ataque de pánico es un proceso que involucra aspectos emocionales, cognitivos y conductuales.
Se caracteriza por la aparición de determinadas señales internas y/o externas, que se potencian mutuamente generando un miedo que no se puede manejar.
Estas son algunas de las sensaciones corpóreas que pueden ponerse de manifiesto : temblores, palpitaciones, sudoración, opresión, sensación de ahogo, náuseas, despersonalización, desmayo, mareo, miedo a volverse loco o a morirse, hormigueo, sofocaciones o escalofríos.
Cuando aparece el primer ataque de pánico, sobreviene una preocupación desmedida de padecer una nueva crisis. Se incrementa el registro de los síntomas corporales. Se produce un cambio muy importante en el comportamiento, por ejemplo, se evitan situaciones determinadas por miedo a que aparezcan los síntomas.
Debe tenerse en cuenta que las sensaciones son precisamente sólo eso, sensaciones en el cuerpo sin consecuencias dañinas. Lo que se siente es un incremento desmesurado del miedo, con una sensación corporal y una observación de los síntomas, totalmente desproporcionada.
El resultado nunca va a tener un desenlace grave; puede tratarse de algo no agradable, pero nunca será peligroso.
Hay que evitar luchar con la crisis, porque sí o sí pasará. Mentalícese para aceptarla. El temor se pasa solo, luego de determinado tiempo.
Al extinguirse la crisis, olvídese de todo lo ocurrido. No intente pensar ni analizar lo que pasó. Déjela marchar y procure mantener su comportamiento de siempre.
Acuda a un profesional para solicitarle ayuda a través de un tratamiento adecuado.
Comprender todo el proceso, es básico para hacer frente a las crisis o ataques y optimizar su calidad de vida.
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