NOTA

TEN EN CUENTA QUE SI HACES CLICK EN ALGUNO DE LOS TITULOS DE NARRACIONES EN CURSO O NARRACIONES COMPLETAS, PODRAS VER TODOS LOS CAPITULOS JUNTOS DEL MISMO LIBRO, UNO A CONTINUACION DEL OTRO.

martes, 4 de junio de 2013

EL SECRETO DE LA NOCHE - PARTES XX y XXI

 
 
 
         
  
Cuando llegué al primer colegio donde Rob había comenzado sus estudios secundarios, me quedé extasiada con lo que me encontré enfrente. Era mucho más impactante de lo que yo había imaginado.

Cuando fui recibida por el director del establecimiento y antes de que empezara a hablar, le pedí que abreviáramos el tiempo porque ni él ni yo lo teníamos. Le expliqué que mi objetivo era evitar que Rob Westerfield llevara adelante un segundo juicio y que quedara en libertad y limpio el nombre de su familia, cuando en realidad tenía la certeza que había sido él quien había asesinado a mi hermana. Necesitaba conocer los nombres de los amigos que estaban con él en aquél momento y las razones por las que lo habían expulsado del colegio. Y agregué: le aseguro que puede confiar en mi discreción.

El hombre comenzó diciendo que había ingresado como alumno al colegio porque su familia se había comprometido a reconstruir la edificación donde se dictaba ciencias. Ya estábamos en conocimiento de que se trataba de un alumno problemático. La experiencia que tuve personalmente con él, fue espantosa. Es un ser que no sabe manejar socialmente y rompe todos los códigos. La expulsión sobrevino por haber atacado a un compañero durante un juego de rugby. Le aclaro que hoy me llamó el abogado de la familia Westerfield y me amenazó si le brindaba a ud información negativa de Rob y no me gusta que me amenacen. Lo último que le diré es que luego del incidente se marchó a Europa y cuando regresó cambió de colegio. La lista de los compañeros que le daré, negaré haber sido yo quien se la ha proporcionado.

Como era la hora del mediodía decidí ir a almorzar. Entré a un comedor antiguo. Enseguida me puse a conversar con quien me atendió y me enteré que hacía más de cincuenta años que estaban instalados allí. Le expliqué que era periodista y que estaba escribiendo la historia de Rob Westerfield. La cara de la mujer se transformó y enseguida volvió acompañada de una señora mayor, que me habló pestes del hombre. La última vez que habían estado allí con sus padres el joven tenía aproximadamente quince años. La camarera tropezó con él y enojado le retorció el brazo. Su comportamiento fue tan terrible que su padre, para evitar que hiciéramos una denuncia, nos pidió que aumentáramos la cuenta de la consumición al monto que quisiéramos pero que por favor no llamáramos a la policía. Los dos estaban muy avergonzados por su hijo. Les pedí que se retiraran y que no volvieran nunca más por mi negocio.

Fui a ver a la joven camarera que ahora era psicóloga y mostró su arrepentimiento por no haberlo denunciado en aquél momento. Consideraba que los 22 años en la cárcel no lo habían cambiado para nada. Si su abuela se entera de lo que ud. está escribiendo en su página web, tal vez hasta cambie su testamento antes de que a su nieto le otorguen la posibilidad de un segundo juicio y todo su dinero iría a parar a obras de caridad. ¡Me encantaría si pasara eso! Le respondí con una sonrisa de oreja a oreja, pero ella me aconsejó moverme con cuidado porque me estaba metiendo con gente muy pesada. Me despedí de ella y volví a mi casa.

Cuando llegué la llamé por teléfono a la señora Hilmer y con mucha preocupación me contó que cuando volvía de la biblioteca le pareció que un hombre la venía siguiendo. Me avisó que llamaría a la policía porque estaba muy preocupada y que le contaría lo ocurrido el día anterior. Tuve que aceptarlo porque sin quererlo estaba quitándole la paz que había tenido esa mujer hasta mi llegada.

El policía que vino, como era de imaginar, le dijo a la señora Hilmer que era poca evidencia la que le estaba contando y que suponía que era todo producto de su imaginación por lo sucedido el día anterior. Y cuando se enteró que mi preocupación sólo había sido por encontrar la lapicera fuera de su lugar a mi regreso y una frase escrita en mi PC que yo no había puesto, le restó totalmente importancia al hecho. Agregó también que mucha gente del pueblo que estaba en desacuerdo con el comportamiento de Rob, decían que había estado 22 años en la cárcel cumpliendo una condena que no le correspondía, ya que opinaban que el verdadero culpable había sido Paulie. Además no puedo dejar de decirle que haberse parado en la puerta de Sing Sing, donde los que salen seguramente volverán al mismo lugar muy pronto, con un cartel con su número de teléfono, es de locos.

Cuando el oficial se fue sonó mi celular y era la señora Hilmer. Me dijo que había fotocopiado los diarios que le había dado y que como a la noche iría al cine, pasaría por mi casa para dejarme la bolsa con todo. Le agradecí y también la tranquilicé diciéndole que al día siguiente me volvería a mudar al hotel donde había estado, porque con las cosas que estaban pasando sería más seguro para las dos.

Me senté frente a mi PC y comencé a escribir el primer capítulo de mi libro. Recordé el episodio del medallón. Yo ya no recordaba casi cómo era pero en su momento yo había dado a la policía una descripción minuciosa del mismo y debía constar en el expediente.

Sonó el teléfono y era Pete, mi jefe. Me contó que habían vendido el periódico, tal cual él lo sospechaba y que le habían ofrecido trabajo pero que lo había rechazado y respecto a ti me dijeron que no continuarían con el tipo de periodismo que haces, por lo que no creo que puedas reintegrarte a tu regreso. Para reafirmar lo que ya en ese día me lo habían dicho tres personas, me volvió a decir que tuviera cuidado. Quedamos en vernos en algún momento y nos despedimos.

Me quedé pensando en lo que me había contado Pete y en lo que haría cuando llegara el momento de volver. Volvió a sonar mi teléfono. Me preguntaron si estaban hablando con la mujer que el día anterior se había parado con un cartel en la puerta de Sing Sing. Cuando le respondí que sí quisieron saber cuánto estaba dispuesta a pagar por una información que devolvería a Rob Westerfield a Sing Sing por el resto de sus días. Cuando le ofrecí cinco mil dólares consideraron que era demasiado poco para la primicia que me tenían reservada. En ese momento pensé que si me despedían me pagarían una indemnización y no quería perderme lo que esa persona tenía para decirme. Le pedí que me adelantara algo. Me contó que un año atrás, estando totalmente drogado, le había contado que a los dieciocho años había matado a una persona y que el nombre de esa persona valía mucho más que los cinco mil dólares que estaba dispuesta a pagar. Antes de cortar me dijo que en una semana me volvería a llamar.

Cuando corté no pude ser ajena a la creencia de que podía tratarse de un engaño, pero recordé a mi hermana Andrea y creí que su memoria bien valía el dinero que estaba dispuesta a pagar para devolver a ese hombre al lugar del que nunca debió haber salido.

Encendí el televisor y en ese momento estaban dando los resultados de un partido de básquet y el locutor estaba mostrando en cámara el jugador que había convertido el tanto decisivo. Se trataba de Teddy Cavanaugh, mi hermanastro. Yo no lo conocía, pero era mi vivo reflejo. Como estaba mirando a las cámaras tuve la impresión de que me estaba mirando a mí. En ese momento sus admiradoras comenzaron a vitorearlo gritando su nombre a viva voz. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario