Una noche casi a las 12, estaba sentado en
el Café Tortoni, esperando que se hiciera la hora porque transmitíamos nuestro
programa desde allí y se me acercó una señora. Me dijo que quería venir a verme
a mi consultorio, así que le entregué mi tarjeta y nos dijimos hasta pronto.
Cuando se iba ví dos jóvenes que estaban con
ella y que luego me enteraría que se trataban de sus dos hijos.
Pasaron como dos meses y no volví a saber de
ella, hasta que un día me llama por teléfono y cuando atiendo me dice, hola
Rolón, habla Amalia, se acuerda de mí? A todo esto, el día que nos habíamos
encontrado ni siquiera me había dicho el nombre así que mal podía
identificarla, pero tras cartón me dijo que era la señora que una noche se me
había acercado en el café Tortoni para decirme que quería hablar conmigo.
Inmediatamente me acordé de ella y
concertamos una cita.
El día señalado a la hora estipulada estaba
ingresando. En realidad había llegado un poco antes y se había quedado en la puerta
esperando que se hiciera la hora justa.
Amalia me contó que había conocido a su
esposo cuando sólo tenía 14 o 15 años y él ya era un hombre de 30. Me dijo que
era alto, morocho y muy buen mozo. Se enamoró de él en cuanto lo vio, pero
naturalmente nunca le dijo nada debido a la diferencia de edad que había, pero
en ese mismo momento se propuso que cuando fuera grande ese hombre iba a ser de
ella. Y así fue, con los años se pusieron de novios y se casaron. Tuvieron dos
hijos y fueron tremendamente felices. Justamente por eso venía Amalia a verme,
porque su marido había muerto siendo aún muy joven, pero ya hacía mucho tiempo
y ella no podía superar su muerte. Cuando ocurrió su fallecimiento, su hijo Sebastián
tenía 10 años y Romina 11 y ahora ya
eran dos adultos.
Me mató cuando me dijo que su marido había
hecho lo que correspondía… morirse joven, porque llegar a viejo es horrible. Yo
no podía escucharla decir eso, así que le decía que él se había muerto porque
tuvo un caso fortuito que lo llevó a eso, pero que ella no podía decir que
estaba bien. Jamás salió con ningún otro hombre y no estaba dispuesta a hacerlo
ni por casualidad. Ella lo seguía llorando y criando sola a sus dos hijos. Ella
decía que él se había llevado la mejor parte.
Me hacía sentir muy mal lo que estaba
escuchando y no sabía porqué, hasta que me dí cuenta que no la estaba
escuchando como su analista, sino que había hecho un paralelo con mi verdadera
vida y era como haber estado hablando con mi madre. Mi padre también se había
muerto muy joven y mi madre jamás había vuelto a rehacer su vida porque no lo
había podido olvidar.
Cuando tomé conciencia de lo que me estaba
pasando, le conté lo que sentía y le dije que se fuera porque yo en esas
condiciones no podía seguir analizándola, de hecho no lo estaba haciendo, de
modo que se retiró hasta la próxima sesión.
En la sesión siguiente directamente me sacó
el tema de su papá y me contó que también él se había muerto muy joven, dejando
a su madre sola con dos criaturas. Ella tenía sólo 5 años y al ver cómo sufría
su mamá sintió que tenía que hacerse cargo de su familia. Y fui la protectora
de ellos dos. Mi madre era muy débil y mi hermanito era un bebé. Amalia ahora
sí que lloraba desconsoladamente.
Entonces Amalia, cuando su marido murió
digamos que ud. volvió a revivir todo lo que ya había pasado.
Amalia había idealizado a esos dos hombres y
seguía manteniendo su convicción de que los dos habían hecho algo inteligente,
que era morirse joven.
Un día vino y me contó que Sebastián se
había ido a vivir solo. Ella estaba muy conforme con la decisión que había
tomado pero Sebastián a veces se enojaba con ella porque no le permitía ir a
visitarla a su casa. Ella me decía que prefería ir ella a su casa con Romina,
porque de paso que le limpiaba y acomodaba un poco, le preparaba la cena y
después él se podía acostar temprano. Cuestión que hacía como 3 meses que no
pisaba la casa de sus padres. Él me dice que es porque estoy enojada porque se
fue pero le aseguro que no es así.
Los otros días me contó que Romina le dijo
que invitaría a su hermano a cenar a la casa y Amalia le dijo que era mejor ir
a un restaurant… porque como ella está con esto de “que no quiere que se vaya”
era lo mejor. Inmediatamente la interrumpí y le pregunté si había escuchado lo
que había dicho “que no quiere que se vaya” y ella me dijo, no, yo dije “que no
quiero que venga”. No Amalia, ud. dijo que no quiere que se vaya. Amalia, a ud.
no la angustia que su hijo venga a su casa, la angustia el momento en que su
hijo la abandona. Su padre se fue a trabajar y volvió muerto. Su marido estaba
internado y la llamaron para decirle que había muerto de un infarto. Pero eso
no quiere decir que cada uno que se vaya no va a volver a verlo con vida. Yo
entiendo que ud. está muy marcada pero la cosa no funciona así. Invítelo más
seguido y va a ver que se va a acostumbrar a despedirlo sin sentir nada malo.
Un día vino Amalia muy angustiada porque a
su hija le habían diagnosticado cáncer. Cuando me lo contó, con todo el dolor
de mi alma, le contesté: bárbaro, me imagino que estará recontenta. Ella me
dijo que era un hijo de puta, pero yo me estaba haciendo eco simplemente de lo
que decía siempre ella. Para ella morirse joven era de gente inteligente ¿y
ahora estaba contenta también sabiendo que podía perder a su hija? Amalia, su
papá y su marido no fueron inteligentes, tuvieron la fatalidad de morir
jóvenes, pero no eligieron hacerlo porque era lo mejor. Amalia llora y no dice
nada.
Amalia tenía a su mamá muy viejita que
luchaba por vivir como una leona y ella se lo agradecía porque no quería
perderla. Aunque sabía que ya era muy mayor no se resignaba. Su hija también
luchaba y tampoco se entregaba.
Cierto día llegó llorando a mi consultorio pero con una sonrisa en los
labios… me contó que su hija Romina se había curado. Que los análisis habían
salido perfectos… pero diez días después falleció su madre.
No tenía consuelo. Admitía que sabía que
tenía mucha edad, pero la extrañaba muchísimo. Y bueno Amalia, yo me alegro de
oírla hablar así, aunque sienta mucho dolor, porque así son los duelos.
Dos meses más adelante me contó que estaba
por cumplir 70 años y quería saber si estaría muy mal de su parte hacer una
pequeña reunión, porque quería festejarlo. Hacía muy poco que había muerto su
mamá… Le dije que todo lo contrario, que apoyaba su idea y Amalia me pidió que
le encantaría que él estuviera presente en su casa ese día. Por supuesto que
accedí a su invitación y en el momento del brindis, levanté la copa y le dije:
brindo por ud. Amalia y por su recuperación y ella me dijo: no Gabriel… yo voy
a brindar por la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario