Empezó a analizarse hace dos años conmigo. Vino derivado por Andrés,
otro paciente que era su amigo. Andrés tenía una visión muy positiva de él. Me
lo pintaba siempre como un ganador, un seductor. El que se convertía
inmediatamente en el centro de la escena donde nos encontráramos. Era docente y
de los buenos. Profesor de música, recibido en el Conservatorio Nacional, pero
además tocaba el piano y componía muy bien. Cuando lo conocí, coincidí de entrada con el perfil que me había
pintado Andrés, pero su ingenio y humor eran tan excesivos que su conducta se
me hacía un tanto maníaca. Trabajaban los dos en el mismo colegio, donde Andrés
dictaba matemáticas.
Cuando indagué un poco su historia me contó que era hijo único. Sus
padres formaron una pareja hermosa al
punto que siempre soñó formar una pareja como la de su padre… y yo pensé… y la
pareja de su padre es su madre. Darío me vino a consultar debido a su relación
con Silvina, su novia. Ella es profesora de gimnasia en el mismo colegio donde
él enseña y él es terriblemente celoso. Dice que se viste provocativamente, que
las calzas son muy ajustadas y que las polleras son muy cortas. Tiene un físico
tan espectacular que todo el mundo la mira. Y a mí esta situación me pone loco
y vivimos discutiendo. En realidad yo en mi cabeza sé que ella sería incapaz de
engañarme pero en el corazón siento lo contrario y no lo puedo evitar. Cuando
un paciente reconoce esto, que lo que le pasa es más fuerte que él, está
pidiendo ayuda y allí mismo nos elegimos mutuamente y vendría a una sesión
semanalmente y usaríamos la técnica del diván.
Al principio lo dejé hablar todo lo que quiso, para más adelante
empezar a explicarle el tema de los celos. Le expliqué que en los celos hay
siempre una relación de tres. Él, su amor y el otro. El otro cambia
permanentemente pero está siempre ahí y seguramente lo prefiere al otro porque
vale más y es mejor que yo. Hay mucha inseguridad y baja autoestima. Cuando le
pregunté si la amaba me dijo: obvio que la amo. No, no es tan obvio, porque el
amor es algo bastante más complejo de lo que uno cree. Entonces le expliqué que
en el desarrollo del amor madura hay tres momentos: enamoramiento, desilusión y
aceptación. En la primer etapa uno idealiza a la pareja. Es el ser más perfecto
del mundo y carente totalmente de errores. En la segunda etapa empezamos a ver
algunas imperfecciones. Notamos que en algunas situaciones no tiene un carácter
tan genial y que además en algunas cosas se equivoca. Y así como en la primer
etapa ya estábamos dispuestos a casarnos, en la segunda probablemente queramos
separarnos para siempre. El verdadero amor es el tercer momento, que es cuando
vemos al otro como realmente es. Tiene virtudes para disfrutar y aceptamos sus
faltas. Éste es el único amor que tiene posibilidades de proyectarse sanamente
en el tiempo. Darío me dijo que él pensaba que continuaba viviendo en la primer
etapa y que para él ella era la valiosa. No lo creo, algo bueno debés tener
para que alguien tan especial como decís que es Silvina te esté eligiendo para
ser su pareja. Me dijo que no… que él hacía muchas cosas para que ella lo quisiera…
le cocinaba, la llevaba y la iba a buscar con el auto siempre, le hacía todos
los trámites… Le dije que entonces él vivía disfrazado para gustarle a ella… de
chef, de chofer, del che pibe… pero que ella todavía no conocía al Darío
auténtico.
En la siguiente sesión me contó un sueño donde me decía claramente que
todas las miradas estaban puestas en Silvina. Y yo le dije: y que querías… que
estuvieran puestas en vos? Para mi sorpresa, luego de un suspiro, me contestó:
Resulta que yo, muy de vez en cuando, obligo a la gente a que me mire. Le dije:
hablá, te escucho. Me contó que a veces antes de volver a su casa solía ir con
el auto hasta un barrio humilde del conurbano y empezaba a recorrer las calles
en busca en una mujer cualquiera. Me paro en una calle oscura y me masturbo
pero sólo para excitarme… entonces empiezo a dar vueltas con el pene afuera y
cuando veo la mujer adecuada, me acerco, bajo la ventanilla, la llamo con
cualquier excusa y cuando ella viene me ve con el pene erecto. Y ahí le digo algunas
cosas y me voy. El aire se cortaba con un cuchillo, aunque yo tuve que
disimular y continuar con cara de póker sin decir absolutamente nada.
Convinimos en que no se trataba de cualquier mujer… debía ser más o menos
grande, sencillas, generalmente feas, no tienen lindo cuerpo ni linda cara. Y
bueno, terminan puteándome y pateándome el auto.
En la sesión siguiente me cuenta otro sueño. Está en una mansión. Pasa
por una habitación y escucha que dentro un niño de 5 o 6 años está llorando; me
quedo paralizado y no puedo hacer nada. En la habitación de al lado hay una
pareja peleando. El hombre maltrata a la mujer, la insulta, le pega. Tampoco
puedo actuar en esta oportunidad. De repente ella grita y yo me despierto.
Damián… decime qué se te ocurre de este sueño. Yo sentía bronca e impotencia
por no poder hacer nada. Ese chico está escuchando todo, está asustado,
abandonado por los padres, que están… que están… que están teniendo relaciones!
Grita y se pone a llorar. Lo dejo un rato y luego le explico: Darío, cuando
dormimos la psiquis a veces genera un sueño constituído por deseos
inconscientes para lograr una satisfacción que no puede ser lograda en la
realidad. Por lo general son deseos tan prohibidos que no soportaríamos ni
siquiera hablar sobre eso. En el sueño aparece disfrazado. ¿Viste cuando uno
dice “estaba vestido como mi padre, pero no era mi padre”… y eso es para eludir
la misma represión que le impide surgir durante sus horas de vigilia.
Generalmente se reviven traumas no resueltos justamente para intentar
resolverlos. Pero a veces la psiquis no puede disfrazar muy bien el hecho
traumático y en esos casos uno se despierta angustiado, como te pasó a vos.
¿Quiere decir que lo que soñé se parece mucho a algo que deseo
inconscientemente o a algo que yo viví? Más bien, que creíste haber vivido.
Vamos Darío, yo te ayudo. El chico soy yo…y el que recorría la casa también. Yo
no debía estar allí en ese momento, porque ese chico está escuchando todo lo
que pasa en la habitación de al lado. Pero Gabriel, en el sueño el hombre le
está pegando a la mujer y mi papá jamás le pegó a mi mamá… Darío… para la mente
de un niño puede ser, pero analizalo como adulto… el hombre le decía puta,
perra… Él parece ejercer dominio sobre ella. Vení, tomá, ponete así, hacé esto
o aquello… y la mujer que se queja tal vez está gimiendo… hasta que pega un
grito… lo más probable es que ha tenido un orgasmo. Y ahí te angustiás y te
despertás.
No volvimos a tocar el tema. Como a las tres semanas vino Darío y me
contó que recordó que cuando tenía 5 o 6 años una noche se puso boca abajo en
la cama y se tapó la cabeza con la almohada para no escuchar los ruidos que
había en la habitación de al lado. Y recordé que eso mismo había pasado muchas
noches.
Vos me dijiste que la pareja de tus padres era un ejemplo y es posible
que sea cierto, pero a lo mejor se dedicaron demasiado a ser pareja y no se
ocuparon de ser padres. Y creo que tus episodios de exhibicionismos debe tener
que ver un poco con eso… a vos te obligaban a escuchar y vos obligabas a mirar.
Y las mujeres tenían que parecerse a tu mamá… Noooo, porque eran feas y mi mamá
es hermosa. Claro, no son como ella, sino como a vos te hubiera gustado que
fuera tu mamá. Y los celos es la transferencia que hacés también de tu mamá a
tu novia. Si tu mamá le daba a otro lo que vos deseabas que te diera a vos,
pensaste que cualquier mujer te haría lo mismo.
Un año más tarde, a lo largo del cual trabajamos sobre estos temas,
Darío decidió mudarse de su casa. La relación con sus padres mejoró mucho. Se
peleó con Silvina y prefiere quedarse solo hasta que no supere el tema de los
celos. Desde aquella famosa charla que tuvimos, no volvió a realizar actos
exhibicionistas.
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