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viernes, 7 de junio de 2013

HISTORIAS DE DIVAN - LA HISTORIA DE MAJO


 

Dos semanas más tarde me llamó y me dijo: hola Rolón? Soy Majo, te acordás de mí. Sí, por supuesto. Bueno, cuando puedo ir a verte. Coordinamos día y hora y exactamente en el momento que debía estaba entrando en mi consultorio. No estaba demasiado acostumbrado a atender a adolescentes y cuando lo hacía los hacía sentar frente a mí, cara a cara y no les ofrecía el diván, pero en este caso me pareció mejor que hiciera diván.
 
Le expliqué que las primeras cuatro sesiones iban a ser para conocernos superficialmente y después de eso,  tener la  posibilidad cada uno de nosotros de decidir si estábamos conformes con el paciente y con el terapeuta.
 
Majo me dijo que ella ya lo había decidido y que no necesitaba las cuatro sesiones para resolverlo, pero que si ese era su estilo para comenzar la terapia ella no iba a poner objeciones. Pero eso sí… ni se te ocurra decirme que no me aceptás como paciente.
 
Durante esas cuatro sesiones me contó que estaba un poco gordita, teniendo en cuenta que ella era bailarina, clásica de niña pero que ahora le gustaba el hip hop y la comedia musical. También cantaba pero no tan bien como le hubiera gustado. Me dijo que algún día a lo mejor me cantaba algo.
 
Tuvimos las cuatro sesiones y comenzamos la terapia propiamente dicha.
 
Majo tenía los problemas típicos de su edad. No le gustaba mucho estudiar y sentía que lo hacía para satisfacer a sus padres. Lo suyo era el arte, bailar y cantar, pero sus padres querían que tuviera un título para asegurarse su futuro, tenían miedo que no se pudiera defender. Yo le pregunté si ella no le tenía miedo al futuro y me dijo que no. Entonces me atacó diciendo: mirá, hay un tema que no es que le tenga miedo, en realidad tengo curiosidad por saber de qué se trata…. La muerte. Sabés… cuando tenía 6 años se murió mi abuela. Yo tenía adoración por ella. Ella era la que más me conocía porque todo lo hablaba con ella, hasta de sexo. Jamás toqué con mis padres ese tema. Pero un día me dijeron que mi abuela se había muerto. Quise ir a verla. Mi mamá me alzó y le dí un beso en la frente. Yo sabía que esa no era mi abuela… mi abuela ya se había ido y no tenía la menor idea dónde estaba en ese momento. Y a partir de ese momento sentí la enorme necesidad de saber qué era la muerte. Otro día te voy a contar algo… hoy no porque no tengo ganas. Pero yo ya sabía que tenía algo importante que decirme, que estaba relacionado con la muerte y que además la angustiaba porque no había querido tocarlo en ese momento.
 
Dos meses más tarde de esta sesión, llegó un día muy contenta. Me dijo que me sentara en el sillón y que cerrara los ojos. Puso un disco en la grabadora y comenzó a entonar un tema. Cantaba muy bien… con algunas imperfecciones propias de los principiantes, pero se defendió muy bien. Después me dijo que eso no era lo único que había traído ese día. También tenía algo para contarme.
 
Mirá, esto que te voy a contar fue hace dos años… había discutido con mi novio y estaba muy deprimida. Pensaba mucho en mi abuela y en cuánto me hubiera gustado tenerla ahí conmigo. Pensé en contactarme con ella de alguna manera y entonces fui hacia ella… fui hacia la muerte. Tomé unas pastillas para dormir que había en el botiquín del baño, con la intención de saber qué es la muerte y me las fui tragando de a una, porque la realidad es que yo no me quería morir, sólo quería saber qué se sentía cuando uno estaba próximo a…. pero en un momento empecé a sentirme muy mareada, así que como pude fui al cuarto de mi hermana, le pedí ayuda y cuando me desperté estaba en la habitación de un sanatorio… y bueno… lavaje de estómago y todo lo que se estila en esos momentos.

Yo tenía la plena seguridad que esto no se lo había contado a nadie… es más, creo que ni siquiera lo había hablado alguna vez con ella misma. ¿Y tus padres qué te dijeron, qué hicieron? Nada, me preguntaban el porqué y yo les decía que había querido saber cómo era morirse… Me dio mucha pena por ellos, por verlos sufrir tanto por miedo de que muriera, pero ¿tan mal está querer saber? …. No Majo, pero vas a tener que aprender a pasar por la vida sin saber nunca determinadas cosas, igual que todos nosotros. Por ejemplo, nunca vamos a saber qué es la muerte y qué es Dios.
 
Nuestro trabajo continuó por tres años más y de a poco Majo fue elaborando el duelo por la muerte de su abuela. El tema muerte ya casi había desaparecido de nuestras sesiones, hasta que un día fue a hacerse los estudios necesarios para ingresar a la facultad. Cuando vino a la sesión hablamos sobre la discusión que había tenido con su novio y diez minutos antes de irse y casi sin darle importancia, me dijo: tengo leucemia y me contó cómo se había enterado. Le dije que iría a hablar con el médico y con sus padre y aceptó y hasta me lo agradeció infinitamente.
 
Le pregunté si tenía miedo y le dije que pasara lo que pasara yo estaría siempre a su lado. Ella me dijo que tal vez fuera esa la oportunidad de averiguar cómo es la muerte. Nos despedimos los dos con los ojos llenos de lágrimas.
 
Yo trabajaba con un grupo de jóvenes, en terapia grupal, desde hacía un tiempo y se me ocurrió integrar a Majo al grupo porque podía serle de gran ayuda, pero previamente debía consultarlo con todos los jóvenes del grupo. Les dije que se trataba de una jovencita que tal vez tuviera una enfermedad terminal. Al cabo de una semana me dijeron que no tenían problema en recibirla.
 
El día que Majo vino a la primer sesión con el grupo, se presentó a todos y les contó que ella era actriz y que bailaba, cantaba y estudiaba recursos humanos, pero a su enfermedad ni la mencionó. Nadie decía una palabra al respecto, hasta que en la mitad de la sesión uno de sus integrantes dijo: Gabriel, aquí está pasando algo que nadie quiere abordarlo y yo siento necesidad de hacerlo, porque no sé si le puedo servir para algo a una persona que se está por morir. Se hizo un silencio sepulcral y fue Majo quien habló: ¿te referís a vos? Porque vos también te vas a morir. Tenés 35 años, no tenés novia, no te llevás con tu familia, no tenés amigos, estás solo como un perro y por lo que sé hace como 2 años que no tenés relaciones sexuales con nadie.  Así que no me tengas lástima a mí, que tengo 22, estoy rodeada de gente amiga y anoche tuve un sexo increíble con mi novio. Sí, es cierto, yo tengo mi problema, pero vos también tenés el tuyo, así que porqué no vemos si nos podemos ayudar mutuamente. De esta forma Majo pasó a liderar el grupo y su dinámica.
 
Cuando empezó con la quimio a veces no podía venir así que yo iba a su casa y hacíamos terapia allí, pero nunca dejé de estar a su lado. El médico me dijo que no había esperanzas y que iban a operarla para hacerle un autotransplante de médula. Después de la operación el médico me dijo: licenciado, esto ya no se puede remontar, salvo que crea en los milagros. Yo, a pesar de todo confiaba en que la situación se revirtiera. En nuestras sesiones, si bien hablábamos de su problema, jamás fue el centro de la sesión. Poco después la internaron de urgencia… había tenido una recaída. A la noche su padre me llamó para decirme que Majo acababa de morir.

Ella siempre había sentido curiosidad por saber qué era la muerte, a pesar de que quería vivir plenamente, así que le pregunté a su madre si había dicho algo antes de morir y su madre me dijo que sus últimas palabras habían sido: “así que esto era la muerte”.


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