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jueves, 9 de mayo de 2013

LA MUJER SIN FRONTERAS - PARTE I

  
 


 
Ese día Marc había llegado a su casa como todos los días a las 6 de la tarde. Vivía junto a su esposa Francine y sus hijos Madeleine, de 22 años y Daniel de 7, en un departamento en la ciudad de París.
Madeleine era secretaria en una empresa de seguros marítimos. La joven había regresado una hora después que su padre y se había dirigido directamente a su dormitorio sin detenerse a saludarlo.
Tras insistentes llamados de éste, bajó al salón y juntos tomaron una copa de coñac. Madeleine preguntó por su madre y el padre le comentó que había salido con Daniel, aprovechando que no había escuela.
Cuando Marc encendió el televisor el locutor informaba que, exactamente a las 6 de la tarde, hora del mayor flujo de transeúntes que se trasladan de sus trabajos a los hogares, se había cometido un terrible atentado delante del shopping de la plaza de la Opera, en plena tarde y en el centro de París,  que había dejado un saldo de 5 muertos y numerosas víctimas hasta ese momento.
Cuando ampliaron la información dijeron que había sido lanzada una bomba desde un automóvil que había pasado a toda velocidad por delante del shopping, bordeando la vereda y que sus autores habían escapado en una increíble maniobra automovilística. Mientras tanto, la demora de la llegada de Francine y Daniel inquietaba a Marc y también a su hija.
Al poco rato llamaron a la puerta y recuperaron la tranquilidad pensando que eran ellos, pero se trataba de un desconocido acompañado por un agente de policía. El hombre se presentó como el oficial  Jacques Belin y preguntó si ése era el domicilio de Francine Maugué. Ante la respuesta afirmativa de Marc, el oficial lo tomó por los hombros y tras relatarle los hechos del atentado ya conocido en la casa, le explicó que la señora Maugué había sido alcanzada por la explosión y que había muerto en el acto, en tanto que su hijo se encontraba mal herido y tenía la pierna derecha muy comprometida. Madeleine escuchó que su madre estaba en la morgue y su hermano hospitalizado… y que el oficial a cargo le estaba pidiendo su inmediata presencia en el hospital, porque los médicos necesitaban su autorización para amputarle la pierna al chico. Madeleine realizó todos los pasos que le iban indicando acompañada por el oficial Belin, quien luego de todo ello le aconsejó que se fuera a su casa a descansar porque ya durante la noche no podría hacer más nada. Ella por toda respuesta le dijo que prefería caminar para ordenar sus ideas porque estaba muy confundida.
Cuando llegó a la calle llamó un taxi y le dio una dirección. Llegó a un viejo edificio sin ascensor y subió por la escalera al sexto piso. Dio tres timbrazos y luego dos más, como si fuera una señal, y abrió la puerta con su llave. En la penumbra había un hombre fumando y mirando la televisión. Tenía unos 30 años. Su saco estaba sobre el sillón al lado de su revólver. Al recibirla sólo le dijo que había hecho bien al esperar varias horas para ir a ese lugar, pues de lo contrario corría el riesgo de que la siguieran. Ella le dijo que había estado en su casa para que no se inquietaran. El hombre insistía en lo bien que habían actuado ya que el caso había tenido mucha repercusión. Madeleine se tiró en el sofá y comenzó a sollozar y a increparle diciendo que eran dos asesinos. Fred no estaba de acuerdo. Él se consideraba apenas un justiciero que hacía eso para demostrar que era necesario que todo debía cambiar. La felicitó porque había sido de gran ayuda conduciendo el auto y agregó que lo había hecho con mucha pericia, porque a la más pequeña mala maniobra, todo podría haberse arruinado.
Madeleine finalmente decidió contarle a Fred el drama que estaba pasando en ese momento en su casa. La muerte de su madre, la amputación de la pierna de su hermano y la sedación de su padre debido al shock sufrido tras anoticiarse de todo lo ocurrido.
Fred se sintió consternado pero a pesar de ello no dudó en decirle que no debía exagerar tanto. Madeleine comienzó entonces a reprocharle que por amor, desde hacía dos años se había convertido en su cómplice y consejera de los malvivientes que lo rodeaban. Finalmente le gritó que no estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo y que considerara que lo que acababa de hacer podía considerarla su última hazaña… Mientras hablaba tomó el revólver y casi sin dudarlo disparó una sola bala que le dio en medio del pecho. Tomó el revólver y la billetera de Fred, las guardó en su cartera y bajando los seis pisos por la escalera salió a la calle. El revólver lo arrojó a una alcantarilla y la billetera con su contenido la quemó en el horno de su cocina. Al salir de la cocina se cruzó con la enfermera que había quedado al cuidado de su padre, que le transmitió que se encontraba sedado y descansando. Llamó al hospital y el profesor Chardon le informó que la operación ya había terminado sin complicaciones y que podía pasar a ver a su hermano al día siguiente.
Dos horas más tarde llegó en compañía del oficial Beilin al instituto para proceder al reconocimiento de su madre y decidir el atraso del velatorio por cinco días para que su esposo Marc pudiera encontrarse presente. Luego se dirigió al hospital a ver a su hermano y sólo fue capaz de regalarle una sonrisa y se retiró.
Cuando llegó a su casa había llegada la hermana de su padre y el tío Jacques, para acompañarlos.
Un rato más tarde, Madeleine ingresa a la oficina de Beilin, en la jefatura de policía, diciéndole que está allí porque tiene cosas muy graves para contarle. Previo a ello le pide que le prometa que todo lo que escuche será absolutamente confidencial hasta el día posterior a la inhumación de su madre. Luego de ello, podrá actuar como su conciencia le dicte y su profesión se lo permita.
Madeleine comenzó diciendo que esa noche había matado a un hombre, que era quien había acabado con la vida de su madre y además el causante de la mutilación de su hermano. Que lo había hecho para hacer justicia, no solo por ellos sino también por todas las víctimas del terrible atentado cometido a la tarde. Y también confiesa que está absolutamente lúcida y que ese hombre había sido su amante durante dos años.

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