Paulie tenía 16 años. Trabajaba en la estación de servicio de Hillwood
cuando salía del colegio y los sábados todo el día, salvo cuando en la
temporada de béisbol entrenaba o jugaba algún partido. Alternativamente ayudaba
a sus padres en su negocio en el mismo horario. Era muy buen mecánico pero muy
flojo en los estudios. Paulie medía 1,70m, tenía cabello rubio, ojos azules y
redondas mejillas. Su cuerpo era robusto. En el único lugar que se destacaba
era en el equipo de rugby.
El viernes se conoció en el colegio la noticia del asesinato de Andrea.
La Srta.Watkins entró al aula de Paul y comunicó a toda la clase la triste
noticia. Naturalmente se oyó un coro de llantos, gritos y exclamaciones al
unísono. Se escuchó un solo NO que sobresalió por entre todos los demás. Cuando
Paulie escuchó eso se puso inmediatamente de pie y gritó muy fuerte… NO y
estalló en sollozos. Cuando salió corriendo de la clase dijo algo que sólo el
alumno que estaba en el primer asiento pareció escuchar: ¡no puedo creer que
esté muerta!
La Srta.Watkins estaba convencida que lo que había dicho era: ¡no pensé
que estuviera muerta!
Ese día Paulie no fue a la estación de servicio ni llamó a su jefe para
avisarle el motivo de su ausencia.
Cuando llegaron sus padres a la casa lo encontraron tirado en la cama
boca arriba con la mirada fija en el techo y su cama rodeada de fotos de
Andrea. Cuando entró al cuarto su padre, la señora le hizo un gesto con la
vista y rodeó a su hijo con sus brazos calmándolo. Paulie dijo a su madre que
había invitado a Andrea a una fiesta y le dijo que iría con él. La quería
mucho, mamá.
Al día siguiente, sábado, Paulie fue a trabajar a la estación de
servicio y dio las disculpas por no haberse presentado el día anterior a
trabajar. Por la tarde, su padre Hans fue a entregar un jamón y varias
ensaladas a la casa de los padres de Andrea y aprovechó para transmitirles su
sentido pésame.
Ellie extrañaba mucho a su hermana y deseaba que ésta volviera, que su
madre no llorara más y que su padre le hablara, cosa que había dejado de hacer
a partir del momento que les transmitió la terrible noticia.
Su padre la increpó porque ella, sabiendo que su hermana había ido al
garaje la noche anterior, lo cayó y de haberlo dicho pudieron haberla salvado.
Cuando a Ellie la interrogó la policía, ella recordó lo que Andrea les
había dicho a sus amigas… Ellie no es una buchona, es una buena niña. Tras el
recuerdo, se largó a llorar y la policía desistió del interrogatorio.
Por la tarde llegó a casa de Andrea el detective Marcus Longo. Se
retiró con Ellie al comedor y cuando estuvieron a solas le contó que se habían
enterado, por sus propias declaraciones, que cuatro amigas de Andrea acudían
frecuentemente al escondite con ella, pero que ninguna admitió haber estado ese
día con ella, por lo que quería saber si había alguna otra amiga que también lo
hiciera. Ellie contestó que no. También quiso saber si se citaba con alguien en
ese escondite, pero Ellie no podía traicionar a su hermana, no podía hablar de
Rob.
El detective insistió sobre la posibilidad de que la misma persona que
había asesinado a Andrea podía ir tras otra persona y terminar con ésta de la
misma forma, por lo que su colaboración sobre cualquier detalle que recordara
sería de muchísima utilidad.
En un momento Ellie pensó que tal vez no fuera romper una promesa,
contarle al detective que Andrea y Rob a veces se encontraban en el escondite.
Le dijo que creía que esa noche se había encontrado con él, debido a
que Paulie la había amenazado con contar sus encuentros en el garaje con Rob,
si no accedía a ir con él a la fiesta de acción de gracias. Como Rob se enojó
mucho con ella cuando se enteró, Andrea necesitaba explicarle el motivo por el
cual había accedido a ir con Paulie.
El detective quiso saber cómo sabía Paulie que Andrea y Rob se veían en
el escondite y Ellie le dijo que parecía que a veces la seguía a Andrea, porque
quería que fuera su novia.
Rosita pertenecía al personal de servicio en la casa de Rob. Cuando el sábado
llegó de regreso luego de un día fuera de la casa, vio que alguien había lavado
ya la ropa. La madre de Rob dijo que había sido ella, que había preferido
tirarla en la lavadora en lugar de dejarla tirada por ahí. Sin embargo, no era
cierto y no sabía porqué se le había ocurrido decir eso. Pensó que tenía que
ser su hijo Rob quien hubiera utilizado la lavadora, pues su marido jamás la
habría tocado.
Rob había estado malhumorado y nervioso durante todo el día anterior.
Su madre creyó que el asesinato de Andrea lo entristecería, pero en cambio no
le dio mayor trascendencia y le dijo a su madre que apenas la conocía.
Linda, la madre de Rob, subió la escalera despaciosamente, con la
sensación de que un desastre venía en camino. Sin vacilar, entró en la habitación
de Rob. Hacía un rato había salido a correr y regresaría en cualquier momento.
La cama estaba deshecha pero el resto de la habitación estaba curiosamente
ordenada. Rob era muy meticuloso con su ropa limpia pero sumamente descuidado
con las prendas usadas. Linda pensaba encontrarse con la ropa que había llevado
el jueves y el viernes desparramadas por el suelo, esperando que volviera
Rosita y las recogiera, por lo que esa pulcritud no dejaba de asombrarla. El
cesto que estaba en el baño también estaba vacío, quiere decir que entre el
jueves a la mañana, que Rosita se fue y la mañana del sábado, había lavado y
secado todas las prendas que había usado los dos días pasados. Pero ¿por qué?
Dejó todo como estaba en la habitación y se fue corriendo porque Rob estaba por
regresar. Entró al cuarto de baño y buscó en el botiquín dos píldoras para
contrarrestar el dolor de cabeza que estaba comenzando. Cuando desde el baño
miró por la ventana que daba al patio delantero, vio que se estaba acercando un
automóvil desconocido. Al rato sonó el timbre y en unos segundos Rosita subió
la escalera y le entregó una tarjeta.
Desea hablar con Rob. Como le he dicho que no estaba me contestó que lo
esperará.
Cuando Linda leyó el nombre de la tarjeta, tuvo que sostenerse porque
estuvo a punto de caer: la tarjeta decía detective Marcus Longo.
Ellie subió la escalera para ir a su dormitorio. Desde la muerte de su
hermana todos la ignoraban. Cuando pasó delante de la habitación de Andrea la
abrió muy despacio para ver si Andrea estaba allí, en cambio estaba su padre de
pie ante el escritorio de Andrea, sosteniendo una foto de su pequeña hija
Andrea. Papá le cantaba para que se durmiera. Ellie le había preguntado a su
madre si con ella hacía lo mismo pero le había dicho que no porque ella nunca
había dado ningún problema. Y Ellie recordó la letra de la canción… “eres la
niña de papá… eres el espíritu de navidad, la estrella de mi árbol… eres la
niña de papá” Y mientras ella miraba, su padre se sentó en el borde de la cama
y se largó a llorar.
Ellie retrocedió y tan despacio como había abierto la puerta, la cerró
y corriendo se encerró en su habitación.
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