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miércoles, 11 de septiembre de 2013

PERJUICIO DEL MONOLOGO INTERNO

 
 
 
 
 
 
El cerebro funciona sin detenerse las veinticuatro horas del día. Entre sus muchas funciones, una de ellas consiste en generar un conjunto de pensamientos en forma permanente. A esto se le llama flujo de conciencia, pero el psicólogo William James le puso el nombre de monólogo interior.
Es como un discurso interno permanente a uno mismo, durante el cual fluyen pensamientos muy íntimos en base a vivencias directas.
Hay una gama amplísima de monólogos, pero destaco cuatro de ellos que generan un estado constante de tensión y producen un gran desgaste orgánico, alteraciones hormonales y cambios químicos en el cerebro.
El monólogo del preocupado: en este caso, sus pensamientos enfrentan siempre una amenaza, apuntando en todo momento a lo adverso y al peligro. Permanece constantemente alerta y esto no le permite distenderse, serenarse, porque está siempre esperando una catástrofe. Esta tensión afecta considerablemente su salud.
El monólogo del autocrítico: se juzga, se cuestiona y reprocha a sí mismo permanentemente, viendo siempre sólo lo negativo y pasando por alto las cosas positivas. La exageración de su autocrítica lo lleva a que tenga su autoestima por el piso debido a que no valora nada de lo que hace.
El monólogo de la víctima: vive pensando en todas las cosas malas que le han ocurrido y obsesionado con la creencia de que tiene mala suerte. Todos están contra él y es siempre el mayor perjudicado. Los problemas que tiene no encuentran nunca una solución que lo satisfaga, lo cual lo hace vivir torturado y nunca logra lo que anhela. Se rinde fácilmente antes de pelearla como debe. Estos pensamientos es muy probable que lo conduzcan a una importante depresión.
El monólogo perfeccionista: está siempre tratando de superarse... es su principal rival y por eso se llena de obligaciones. El placer es secundario porque el deber está siempre primero. Tiende a ignorar las señales que suele dar el organismo cuando el esfuerzo y agotamiento nos supera. Su forma de ser puede brindarle buenos resultados, pero el precio que debe pagar es demasiado alto, porque está permanentemente tensionado por temor a equivocarse o a fracasar en algo. Suelen presentársele trastornos psicosomáticos del tipo de cefaleas, dolores corporales, colon irritable, gastritis, hipertensión, como secuelas de su forma de ser y no parar nunca.

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