El cerebro funciona sin detenerse las veinticuatro horas del día. Entre sus muchas funciones, una de ellas consiste en generar un conjunto de pensamientos en forma permanente. A esto se le llama flujo de conciencia, pero el psicólogo William James le puso el nombre de monólogo interior.
Es como un discurso interno permanente a uno mismo, durante el cual fluyen pensamientos muy íntimos en base a vivencias directas.
Hay una gama amplísima de monólogos, pero destaco cuatro de ellos que generan un estado constante de tensión y producen un gran desgaste orgánico, alteraciones hormonales y cambios químicos en el cerebro.
El monólogo del preocupado: en este caso, sus pensamientos enfrentan siempre una amenaza, apuntando en todo momento a lo adverso y al peligro. Permanece constantemente alerta y esto no le permite distenderse, serenarse, porque está siempre esperando una catástrofe. Esta tensión afecta considerablemente su salud.
El monólogo del autocrítico: se juzga, se cuestiona y reprocha a sí mismo permanentemente, viendo siempre sólo lo negativo y pasando por alto las cosas positivas. La exageración de su autocrítica lo lleva a que tenga su autoestima por el piso debido a que no valora nada de lo que hace.
El monólogo de la víctima: vive pensando en todas las cosas malas que le han ocurrido y obsesionado con la creencia de que tiene mala suerte. Todos están contra él y es siempre el mayor perjudicado. Los problemas que tiene no encuentran nunca una solución que lo satisfaga, lo cual lo hace vivir torturado y nunca logra lo que anhela. Se rinde fácilmente antes de pelearla como debe. Estos pensamientos es muy probable que lo conduzcan a una importante depresión.
El monólogo perfeccionista: está siempre tratando de superarse... es su principal rival y por eso se llena de obligaciones. El placer es secundario porque el deber está siempre primero. Tiende a ignorar las señales que suele dar el organismo cuando el esfuerzo y agotamiento nos supera. Su forma de ser puede brindarle buenos resultados, pero el precio que debe pagar es demasiado alto, porque está permanentemente tensionado por temor a equivocarse o a fracasar en algo. Suelen presentársele trastornos psicosomáticos del tipo de cefaleas, dolores corporales, colon irritable, gastritis, hipertensión, como secuelas de su forma de ser y no parar nunca.
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