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miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA ASESINA - PARTE 9





El taxi lo pagó Paco, cuando llegué a mi casa, porque no tenía dinero ni siquiera para eso. Ni bien entré, le conté lo del pendiente y todo lo que me había pasado. No me interrumpió ni una sola vez, aunque cuando me oyó contarle que finalmente había conocido el goce supremo, su cara se puso lívida y así continuó hasta que finalicé el relato. Me disculpé con él, porque siempre me había presagiado que algo por el estilo pasaría y por no haberle escuchado y prometí hacerle caso de ahí en más ya que él era mi único apoyo. Insistí en que no quería volver a ver a Thierry, a pesar de reconocer que había sido el único hombre que había logrado hacer de mí una mujer como nadie antes lo había conseguido.
Paco se ofreció para ayudarme a conseguir un reemplazante del motociclista, como él lo llamaba, pero le dije que primero debía encontrar la piedra robada y castigar a quien lo había hecho. No le perdonaré que se haya comportado más astutamente que yo.
Le pregunté a Paco cuáles eran sus planes para encontrarlo y me dijo que orientaría la búsqueda hacia la perla robada, ya que no era fácil de vender y además de reducirla.
Mientras me dirigía a mi habitación me dijo que él iría a hablar con un reducidor conocido suyo. Me despedí de mi hermano mientras le decía: ¡sólo confío en ti, Paco!
Según su pronóstico, siete días más tarde regresó y depositó en mi mano la perla robada. Allí la tenía nuevamente, intacta y deslumbrante.
Paco me contó que su amigo el reducidor la había ubicado en el negocio de un colega suyo de Antibes. El vendedor aparentaba querer deshacerse pronto de una joya muy difícil de colocar, ya que se trataba sólo de la mitad de un todo. Sin embargo debo decirte que no fue Thierry quien le llevó la perla directamente, de manera que no tengo precisión de su nueva dirección para poder ir a buscarlo y castigarlo como se merece. Lo único que pude averiguar es que quien le sirvió de enlace para la transacción, es un hombre que vende las motos Harley-Davidson.
Esa noticia me alegró sobre manera. Yo tenía el nombre y la dirección de esa persona en la chequera. Le dije a Paco que al día siguiente iría a verlo pero Paco insistió en que no debía ser yo quien tenía que hacer eso y que iría él y le sacaría el nuevo domicilio del delincuente.
Al día siguiente, mientras esperaba el regreso de Paco que había ido a ver a ese hombre, sonó el teléfono y era de la Clínica Santa Marta. Me llamaban para decirme que mi hermano se encontraba internado allí pero el médico no quiso darme más precisiones. Media hora más tarde llegaba con Otto a la clínica.
De no haber sido prevenida por el médico me hubiera asustado al ver a Paco cubierto de vendajes. Me contó que el problema no fue con el dueño del negocio, quien por el contrario fue muy amable con él y que el único reproche que podíamos hacerle era el haber oficiado de intermediario con el reducidor de la piedra. Luego Paco continuó, diciendo: mientras le explicaba que tu amante te había robado la joya, se apareció en su moto, escoltado por dos Angeles Negros y se lanzó sobre mí. El propietario del local nos separó y lo echó, diciéndole que devolvería la piedra y el dinero que había obtenido por ella.
Sintiéndose perdido y viendo que el dinero se le escapaba de las manos, me volvió a atacar... y a él se le sumaron sus dos amigos... y aquí me tienes. ¡Te juro que te vengaré, hermano querido!
Paco me recomendó que tuviera cuidado y que desconfiara de loa Angeles Negros, porque cuando me vieran sola con mi Bentley no dudarían en atacarme a mí directamente.
Cuando me retiré de la clínica me acerqué a la enfermera y le dije: Señorita, cuídelo muy bien, porque es el único hombre de mi vida al que quiero de verdad.
En menos de una semana Paco volvió a casa ya recuperado. Yo mientras tanto no estaba inactiva... me encontraba preparando mi venganza sin contarle nada a mi hermano, pues no me hubiera permitido llevarlo a cabo.
Durante esa semana yo me ausentaba todos los días a las diez de la mañana y regresaba casi a medianoche. Me manejaba sólo con taxis, para no usar el Bentley. Un día Paco me vio regresar por primera vez alrededor de las siete de la tarde. Sorprendido me preguntó si me había ido mal en mis paseos ese día que había vuelto mucho antes y le respondí que muy por el contrario había hecho uno de los paseos más excitantes de mi vida. Durante la cena me mostré bastante alegre porque gracias a un azar, mi plan de venganza había tenido éxito.
Dos días más tarde, mientras tomábamos un aperitivo en la terraza con Paco, me preguntó si había leído el diario. Como le dije que no, me sugirió que lo mirara porque en la tercer página, como una noticia policial cualquiera, contaban que se había matado  en la ruta en un accidente con su moto Harley-Davidson, mi amigo Thierry.
El artículo explicaba que alguien que pasó por allí vio un casco tirado en el camino y al detenerse vio en el fondo de un barranco una motocicleta volcada y a pocos metros de ella, tendido el cuerpo inmóvil del piloto, que había muerto en el acto. No había testigos del accidente ocurrido en una curva del camino, bastante sinuoso y aparentemente se había debido a exceso de velocidad.
Esa noche, luego de la cena y mientras bebíamos una copa de champagne rosado, le dije a Paco que tenía que contarle cómo murió el motociclista que intentó matarlo y que no me interrumpiera porque si lo hacía no sabía si tendría fuerzas para continuar con el relato.
 

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