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lunes, 16 de septiembre de 2013

LA ASESINA - PARTE 12



 




Esta vez no le confié nada a Paco respecto a lo que sentía, pero me parecía extraordinario que, con la intención de proporcionarme un profesor, haya sido nuevamente él quien me presentara otra vez un amante o tal vez algo más. Era impensable que Sabine Kelmann se hubiera enamorado locamente y de pronto, de un hombre pobre, con todos los hombres riquísimos que tenía a su alrededor y que la deseaban en extremo.
Recibí mi primer lección en la antecámara de mi habitación... fue por consejo de mi profe. Era el lugar más discreto de la casa, lejos del personal y sobre todo de Paco. Aprendí muchísimo en esas dos horas. Mi profe de historia era sensacional y a mí cada vez me parecía más seductor, a pesar de su incipiente calvicie y de sus lentes. Jamás me imaginé que ése era mi tipo de hombre y si me lo hubieran contado no lo hubiera creído jamás. Mientras él hablaba y yo lo observaba, pensaba en cómo sería Clarisse, su esposa, a la que ya, desde luego, odiaba profundamente, porque ella ocupaba el lugar que me correspondía a mí.
Al cabo de dos horas miró su reloj y dio por finalizada la clase. Antes de retirarse decidí pagarle y le anticipé el primer mes. Él, cauteloso, me dijo que le estaba pagando de más, porque las clases se habían iniciado una semana más tarde, por lo que en esa oportunidad serían solamente tres semanas, así que me devolvió el monto correspondiente a una semana.  No me permitió acompañarlo hasta la verja porque me dijo que ya conocía el camino y con una leve inclinación de cabeza se retiró estrechándome cortésmente la mano.
Aunque había sido muy cortés, era la primera vez que un hombre no me prestaba la más mínima atención como mujer.... o sería que vivía aterrorizado por su esposa? Estaba intrigadísima por conocerla. Cómo sería esa mujer, que tras quince años de estar a su lado, yo debería abatir u obligarla a desaparecer para tener el campo libre? Pensé entonces que la lección siguiente los invitaría a ambos a cenar en mi casa. Pero esto sería cuando ella regresara de la colonia donde se encontraba. De esa forma podría conocerla, medirla y decidir cómo actuaría. ¿Acaso mi técnica para eliminar un Angel Negro no había sido exitosa?
Las lecciones prosiguieron. Los viernes siempre me dejaba deberes, que realizaba sin la menor ayuda de Paco, lo cual le molestaba bastante porque se sentía que al menos en eso no me era indispensable... y empezó a tomarle rabia al profesor. Además notó que ya no me refería a él como mi querido Paco, sino como mi viejo Paco.
Cuando volvió la esposa de Pernaud de la colonia de vacaciones, renové mi invitación y le ofrecí que les enviaría a Otto a buscarlos con el auto.
Cuando llegaron y conocí a Clarisse, me quedí de una sola pieza. La realidad es que no era una belleza, pero se la notaba una persona muy interesante y con mucha personalidad, con evidentes muestras de ser ella quien llevaba la batuta en su casa. Su voz era autoritaria y fuerte, morena y con una mirada clara. Sus labios eran carnosos, tenía una dentadura brillante, una sonrisa desafiante y una edad que probablemente fuera muy parecida a la mía. Decididamente era comprensible que el profesor hubiera sido conquistado por esa criatura tan sana y sin complicaciones. Eso me permitió ver que mi lucha para apoderarme de él no sería fácil, pero aún así pensaba triunfar, sobre todo porque tenía la creencia que ésta podía ser perdurable y terminar en matrimonio. Esta vez no me importaba casarme con un hombre pobre.
Durante la comida quien tomó la palabra fue ella y su marido la miraba sin disimulada admiración. Pensé que para librarme de ella tendría que suprimirla... se trataba de un nuevo crimen, pero para mí muy justificado.
El colmo fue cuando la escuché aconsejando a Paco a tomar lecciones de gimnasia para estar más en estado. Oirla atacar a Paco, que estaba bárbaro para su edad, me volvió a irritar. La verdad que no veía la hora de que se fueran y decidí que no la invitaría más porque no la soportaba. Por suerte llegó el momento de la despedida.
Cuando desaparecieron Paco exclamó Uf! por fin terminó el suplicio!
Le hice conocer a Paco mis intenciones de conquistar al profesor, pero él consideró improbable el logro de esta hazaña, diciéndome que el sabría defenderse y me vencería.
Dos meses más tarde me acostaba con mi profesor y estaba absolutamente convencida que me había convertido en su amante.
Comenzó el nuevo período escolar. Paco creía que mi nuevo capricho amoroso no había durado mucho. Eso lo ponía contento. Un día me dijo que el profesor le había confesado que era la alumna más brillante que había tenido. Y la verdad, dijo, que he escuchado decir de todo sobre ti, menos que eras inteligente, lo cual me llena de orgullo.
Nuestro amor se había materializado en un hotelito discreto, escondido en el puerto, donde nadie nos conocía. Ibamos por separado y a pie y vestidos sencillamente para no llamar la atención. Los lunes, miércoles y viernes me daba clases de historia y los martes, jueves y sábado las clases eran de amor.
Desde el primer día la habitación la pagaba siempre él y ya me había dicho que jamás sería un hombre mantenido por una mujer. Esos gestos pequeños me hacían sentir por primera vez en mi vida, la sensación de ser mantenida. Y era la prueba de que me amaba con sinceridad.
Llevábamos seis meses de relación. Seguía amando a Paco, pero su presencia ya no me bastaba; Gilles era ahora quien contaba verdaderamente para mí.  Ya no me importaba nada... ni mi casa, ni mi dinero, ni mi auto, ni mis alhajas, excepto mis pendientes, que me los colocaba por las noches cuando estaba sola en el silencio de mi cuarto.
Cuando volvíamos a encontrarnos me confesaba que ya no podía soportar a su esposa y que yo significaba para él un descanso maravilloso después de las clases del colegio. Contigo hablamos de amor, decía ¡y sobre todo lo hacemos!
 
 
 
 

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