NOTA

TEN EN CUENTA QUE SI HACES CLICK EN ALGUNO DE LOS TITULOS DE NARRACIONES EN CURSO O NARRACIONES COMPLETAS, PODRAS VER TODOS LOS CAPITULOS JUNTOS DEL MISMO LIBRO, UNO A CONTINUACION DEL OTRO.

jueves, 12 de septiembre de 2013

LA ASESINA - CAPITULO 10



 


Comencé diciendo a Paco que, después de haberme robado la joya y estar a punto de desfigurar a mi querido hermano, para mí, lo único que ese hombre se merecía, era la muerte... por su deshonestidad y por la afrenta íntima y personal que me había hecho, al haber dado prueba cabal de sentir mucha más pasión por su moto que por mí.
Para lograr mi objetivo debía planear minuciosamente un accidente, que fue lo que estuve haciendo todos esos días que estuve fuera de casa.
La realidad es que el taxi me llevaba hasta la estación de Cannes y me traía de regreso a la noche. Cuando bajaba del taxi me iba caminando a un garaje, donde guardaba un auto pequeño que había alquilado sin que nadie se enterara... ni siquiera tú, querido hermano.
Pagaba el alquiler en efectivo para no dejar rastros bancarios. Elegí un auto modesto, un Volkswagen, pero sólido y a prueba de golpes y choques, por si los había.
Siempre me fui vestida con un jean porque quería pasar lo más desapercibida posible. Y por último me ponía una peluca morena para ocultar mi platinado.
Así disfrazada y con lentes oscuros, llegué a Grasse al volante de mi auto. En la licencia de conducir la moto, yo había leído esa dirección y pensé que sería la de su madre y además me había contado que tenía una perfumería, que no tardé en encontrar. A partir de ese momento permanecí montando guardia pues sabía que en algún momento Thierry iría a ver a su madre.
Lo esperé más de una semana... hasta que el milagro se produjo. Mi corazón latía hasta querer romperse, pero no como el de una enamorada sino como el de una justiciera. La visita a su madre fue corta. Montó en su moto y partió inmediatamente. Yo ya estaba lista para seguirlo, dispuesta a correr como sabía que él lo hacía con su Harley-Davidson. Y lo seguí, casi pegada a su portaequipaje, a una moderada velocidad.
De pronto tomó una ruta de ensueño para los apasionados de las curvas. Él me venía mirando por el espejo retrovisor para ver quién era que estaba a bordo de ese auto tan proletario y que tenía la osadía de seguirlo tan de cerca. Disminuyó la velocidad para que yo pudiera adelantarme y verme un poco mejor. Aprovechando que estábamos solos en la ruta y no venía nadie de frente, me puse al lado y bajando el vidrio de mi ventanilla, le grité: Quítese los anteojos y el casco para que vea si realmente es buen mozo! Subyugado por eso, cedió a mi pedido y dejó caer sin vacilar el casco sobre la ruta. Yo hice lo mismo, imitándolo y me quité la peluca y los anteojos. No podré olvidar jamás la expresión de su rostro.¡Encontrarse en un camino cualquiera a la señora Kelmann de la que tanto se había burlado! Pensé que de la emoción iba a perder el control de su moto. Y para que su desconcierto fuera mayor, le volví a gritar: ¡Tal como yo pensaba!¡Eres un puerco Angel Negro! y ahí, aceleré a fondo y giré bruscamente el volante a la derecha para chocarle la moto.  El resultado fue inmediato, porque saltó al vacío del barranco que bordea la ruta... y después con otro giro volanteé en sentido inverso y corrí lo más velozmente que pude para alejarme de allí.
En el camino tuve la suerte de no cruzarme con ningún vehículo. Dos kilómetros más adelante me metí en un camino transversal y me oculté. Detuve el auto y me bajé a mirar cómo había quedado el auto, pero tenía sólo un rasguño que lo haría desaparecer con un poco de pintura y el paragolpes estaba intacto.
Presentí que ya había acabado con él, pero necesitaba estar segura. Esperé como dos horas en mi escondite, oyendo pasar algunos vehículos a unos trescientos metros de donde estaba. Finalmente decidí que debía volver a Grasse para enterarme de lo que había pasado. No podía quedarme con la incertidumbre de confirmar que había muerto. Me puse nuevamente la peluca morena, me coloqué los lentes y arranqué suavemente.
Cuando me estaba acercando al lugar, percibí varias personas y vehículos aglomerados, dos autos de policía, una grúa de bomberos y una ambulancia. Conservando mi calma pero con mi corazón latiendo muy fuerte, pregunté con mi mejor cara de nada, qué había pasado... contestándome que se trataba de otro loco que creyéndose un campeón sobre su moto se había matado, haciendo hincapié que en el momento del accidente no llevaba puesto el casco de protección, que se encontró en el camino, donde seguramente lo perdió. Mi respuesta fue ¡pobre muchacho!
Mientras yo bebía, Paco no me interrumpió ni una sola vez y me miraba con calma. La verdad que él era mi único aliado!
Para finalizar nuestra charla, le dije: sabes Paco, ahora cada uno de nosotros es depositario del secreto del otro. Tú me confiaste cómo mataste a mi marido y yo acabo de revelarte cómo terminó uno de mis amantes. Ahora debemos desempatar! Cuándo será eso? Cuando te encapriches en querer casarte de nuevo, pero sería tu mayor error. Continúa con tus aventuras y si alguna de ellas termina mal, como acaba de pasar, ahí estaré yo para cuidarte. Sincérate Paco... no te gustaría que me casara de nuevo... ¡Por supuesto que no!

No hay comentarios:

Publicar un comentario