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sábado, 7 de septiembre de 2013

LA ASESINA - PARTE 7


 



Le dí mi tarjeta a Thierry con el número de teléfono y le dije que a la noche cenaríamos a bordo del Sabine. Cuando regresé a casa, Paco me esperaba en lo alto de la escalinata. La comida fue menos silenciosa que el día anterior. Le conté que lo había conocido a Thierry y le pedí, como ya lo había hecho otras veces, que se buscara una joven simpática para poder salir los cuatro... y como siempre me contestó que no se casaría nunca.
Le conté a su pedido que Thierry era maravilloso, que era campeón de motociclismo, que tenía una Harley-Davidson... y terminamos discutiendo por los dichosos celos de Paco. Le dije que en unos días lo traería a casa para que lo conociera. Amenazó con dejarme y le dije que sería un grave error. Paco, le dije, yo te amo, pero tengo derecho a una vida sentimental. Además no te preocupes porque Thierry sólo servirá para darme placer y nada más. Espero que eso te satisfaga.
La comida continuó en silencio. A las cinco de la tarde me llamó Thierry para decirme que había encontrado la casa de mis sueños y la tenía reservada hasta que yo fuera a verla. Me vestí y fui de inmediato para el lugar.
El departamento era elegante, de gran lujo y estaba muy bien amoblado. Desde el balcón podíamos ver el Sabine amarrado al muelle. Hacía mucho que yo me decía "si algún día encuentro a un muchacho que me guste, lo instalaré en un departamento chic y allí podré satisfacer mis caprichos más secretos". Para mí, el colmo del placer, era lograr que mi compañero realizara proezas sexuales para satisfacer a la persona que le hace el honor de recibirlo en su cama, que en este caso era yo. El departamento me encantó y le dije a Thierry que se mudara al día siguiente.
Fuimos a cenar al Sabine, de acuerdo a lo que habíamos acordado. Fuimos al bar y brindamos con una copa de champagne. Le pedimos al capitán que nos acompañara en nuestra mesa. La calidad de la comida fue extraordinaria. La conversación era sólo entre el capitán y yo. Thierry mantenía una prudente reserva. Terminada la cena nos despedimos del capitán y le indiqué que yo lo llamaría por la mañana para el desayuno.
Conduje a Thierry a la suntuosa cabina que nunca había usado con mi esposo Joseph. La cama era inmensa pero contrariamente a mis esperanzas, el resultado no fue para nada fantástico... ¡hasta diría casi lamentable! Debo reconocer que Thierry hizo todo lo que pudo pero noté que ni él ni yo estábamos cómodos. Parecía que el fantasma de Joseph se había instalado allí con nosotros, para impedirme conocer por fin esa plenitud sexual que buscaba con desesperación. Al final, pasamos una noche desastrosa... tanto que cuando despuntó el alba ya hacía rato que estábamos vestidos y en la cubierta del barco. Cuando encontramos al primer marinero, le dije que le informara al capitán que regresábamos a tierra. Comenzaba a odiar a ese barco que acababa de ser testigo silencioso de algo que había terminado como un verdadero fiasco.
Le propuse a Thierry ir a desayunar y volver al departamento para inaugurar el baño y la cama. ¿la cama? me contestó Thierry, no con demasiado entusiasmo, pero las cosas salieron mucho mejor y me sentí casi satisfecha.
A las cuatro de la tarde fuimos a retirar la moto de Thierry. De allí iríamos a mi casa, él en la moto y yo en mi auto, para de paso saber donde yo vivía y luego volvería al departamento. Mi decisión mucho no le gustó pero no tuvo más remedio que aceptarla. Lo único que le recomendé, por su bien, fue que no llevara ninguna chica a su nuevo domicilio. Le tiré como idea que volviera a su vieja casa, la devolviera retirando sus cosas y fuera a comprar los 2 trajes de Angel Negro, para él y para mí y que al día siguiente nos veríamos. Cuando volví a casa Paco estaba furioso. Le dije que al día siguiente le presentaría a Thierry. La comida transcurrió apacible y al terminar le dije a Paco que había decidido vender el Sabine. Le dije que su precio era de tres millones de dólares, dinero que guardaríamos como renta para nuestra vejez y que a él le daría el diez por ciento del valor de venta, como comisión.
Serán como una garantía de seguridad, como lo fueron las perlas que nos dieron nuestros padres en épocas de miseria.
Cuando me acosté lo llamé a Thierry y le pedí que al día siguiente a las dos me pasara a buscar con la moto. Cuando llegó lo hice pasar y se lo presenté a Paco, que no fue para nada cordial con él. Cuando me retiré para cambiarme y vestirme con la ropa de Angel Negro, me enteré que no la pasaron nada bien. Thierry se mandaba mucho la parte y Paco no tuvo nada mejor que decirle, que no deseaba que su única hermana cayera en manos de un rufián de su calaña. Se hizo un silencio muy pesado, que casi llegó a las manos y que rompí yo con mi aparición, con casco, anteojos, guantes y botas...
No vacilé en subirme al asiento trasero de la moto, metamorfoseada en un Angel Negro. Después de quince minutos ahí arriba, no tenía ninguna duda de que prefería la comodidad de mi Bentley o algo parecido con 4 ruedas y un portaequipajes donde pudiera cargar mis valijas. Fuimos a una taberna donde solían encontrarse todos los motociclistas y allí me presentó a todos sus amigos. Salimos  juntos de allí haciendo un ruido estruendoso y los Angeles Negros nos abandonaron a la altura de nuestro nido de amor. Cuando llegamos yo estaba destruída... me tiré en la cama y me quedé dormida como dos horas. Cuando desperté, Thierry estaba a mi lado contemplándome. Nuestro plan era bañarnos, salir a cenar, regresar y hacer el amor. Todo se cumplió al pie de la letra pero cuando nos encontramos desnudos en la cama, por más esfuerzos que hizo Thierry, fue un desastre! A la mañana yo estaba furiosa y él muy amargado. Llamé un taxi para irme a mi casa. Su beso al despedirse carecía de toda pasión y eso me produjo una horrible sensación.

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