Cuando una pareja ya está formada, a menudo las vacaciones son una ocasión para redescubrirse, acercarse, abrirse a una proximidad o intimidad mayor. Da la posibilidad de una reconciliación o de consolidar un amor, que en algún punto ha sido poco estimulado durante el año. Nos animamos a innovar y dejar de lado los hábitos y las prácticas sexuales y sensuales mantenidas de manera cotidiana. Como estamos alejados de las obligaciones laborales nos animamos a más. Es como si la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza, la presencia del agua y el sol nos apartara de las censuras y dejara al descubierto una creatividad que se encontraba escondida por la rutina.
Si hablamos, por el contrario, de amores de vacaciones, estamos hablando de los amores imprevistos, de proposiciones y de ganas de atreverse. Durante las vacaciones los encuentros ocasionales parecen ser más espontáneos y numerosos, ya sea en la playa donde las posibilidades de conversar son menos formales, como en las discotecas. Parece que los lugares de esparcimiento nos dieran autorización a mayores permisos o audacias.
También las vacaciones son el momento en que se suelen hacer excursiones, terrazas de café entrecruzando miradas y sonrisas, largas caminatas por nuevos parajes y si, además, estamos en el extranjero y nos encontramos con alguien que comparte nuestra lengua, nos facilita aún más el acercamiento.
En un comienzo sabemos que se trata de algo donde no existe el compromiso, aunque más allá del deslumbramiento del encuentro, puedan crearse y vivirse verdaderas relaciones que terminen en amores duraderos. Porque no todos los amores de verano son flechazos; a veces nos puede sorprender que irrumpa de pronto. Esto significa que algo en nosotros estaba abierto y que una parte nuestra deseaba esta revelación y este momento. Se trata de una hermosa realidad relacionada con un aspecto nuestro que no tuvo oportunidad de manifestarse o despertarse y que en un ambiente de abandono, de confianza, de alegría, propio de las vacaciones, emergió, nos sorprendió y nos embarga de emoción.
Si bien es cierto que algún amor de vacaciones se puede prolongar al retorno de la vida normal, al mundo del trabajo, la mayoría habrá sido vivido sólo el tiempo que duró el verano. Y entonces nos diremos: se trató de un amor de vacaciones que no pudo resistir la prueba del otoño.
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