El paciente llegó como cada día a la sesión con su terapeuta y le dijo... Vos siempre me decís que el egoísmo es la expresión más clara de la autoestima y del amor propio. Pero la vez pasada me nombraste también la mezquindad. El terapeuta tomó el diccionario y le contestó: entre otras cosas, aquí dice: mezquino= escaso, necesitado, diminuto... o sea que debe ser el que cree que carece de lo que más necesita. Lo necesita para no ser más diminuto... tampoco dá nada a nadie porque quiere todo para él... es el pobre infeliz que sólo ve sus propios deseos. Te contaré un cuento...
Había una vez un búho que había estado cautivo y cuando llegó a la selva les empezó a contar a todos sobre las costumbres de los humanos. Entonces les decía que en la ciudad se hacían competencias de artistas para decidir quien era el mejor en lo suyo... pintura, canto, escultura, dibujo, etc. Los animalitos pensaron inmediatamente en llevar adelante un concurso de canto y se anotaron casi todos los presentes, desde el jilguero hasta el rinoceronte. El guía obviamente era el búho, pero decidieron entre todos que definirían al ganador por medio de un voto que sería secreto, haciendo por lo tanto ellos mismos de jurado. Cada animalito, incluído el hombre, subieron al escenario y cada uno cantó como mejor lo podía hacer, recibiendo el aplauso más o menos intenso de todos los que estaban allí. Al final ponían su voto en un papelito que luego colocaban en la urna que tenía el búho. Cuando empezó el recuento y sacaron el primer voto, el búho gritó: el primer voto es para el burro. Se hizo un gran silencio y hubo unos pocos aplausos. Pero grande fue la sorpresa de todos cuando vieron que el segundo, el tercero, el cuarto voto y todos los que seguían por delante decían todos lo mismo. Los concurrentes estaban avergonzados de sus propios votos porque era más que sabido que el rebuzno del burro era el canto más desastroso... sin embargo, había ganado. Ocurrido esto, el búho les contó el motivo de ese resultado, diciendo: cada cantante se consideró vencedor, entonces dio su voto al que menos calificaba entre los concursantes... ése que no representaba ninguna amenaza para que lo proclamaran ganador. Todos votaron igual, menos dos de ellos: el burro, que votó a la calandria porque no tenía nada para perder y el hombre que, como de costumbre, se votó a sí mismo.
El terapeuta continuó: esto pasa en nuestra sociedad. Cuando pensamos que somos merecedores de todo y no vemos más lejos de nuestro ombligo, cuando creemos estar tan necesitados que no dejamos espacio a los demás, cuando suponemos ser tan maravillosos que no tenemos otra idea más que poseer lo que deseamos, es ahí donde la miseria, la vanidad, la estupidez nos vuelve mezquinos. No es egoísmo... es mezquindad.
Fuente: Libro "Recuentos para Demián" - Jorge Bucay
Elsa Inés Bernardi Semino
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