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viernes, 7 de agosto de 2015

BAILEMOS TANGO MI VIDA


Ya había tomado la decisión de ir a aprender a bailar tango. Esta vez iba a poner todo el empeño necesario. Así que cuando llegó el momento, me calcé mis zapatos de tacón, me puse una falda para la ocasión y con mi mejor sonrisa, de pronto me encontré en aquella sala de baile que tanto me habían recomendado. Fue en ese momento que me encontré con la cruda realidad... la de siempre... Eché un vistazo a mi alrededor y sólo había 4 hombres y 25 mujeres. Pero aún así, como esta vez no estaba dispuesta a que esa situación me venciera, muy decidida me fui a la pista con toda la intención de arrebatarle una de las 4 codiciadas presas, a alguna de las 25 mujeres que estaban bailando. A pesar del empeño que puse en mi accionar, en 1 hora sólo capturé 1 compañero y nada más que por 5 minutos. Imaginé que a ese paso tardaría mil años para aprender a bailar como yo quería. En ese momento se me hizo la luz y pensé que para algo una tiene un marido, así que una vez en casa, puse en marcha toda la seducción que pude y logré arrastrarlo a la clase. Pero mi mayor sorpresa fue ¡que le gustó!
Ya estamos juntos en la Clase 1. El profesor nos dijo que lo primero que nos enseñaría sería el abrazo. Para mí eso ya estaba sabido... después de todo para abrazarse no hace falta mucha ciencia y lo hacíamos bastante a menudo. Pero no... en el tango, parece que detrás del abrazo está escondido algo más complicado. Los cuerpos tienen que armar un circuito especial. El brazo firme, pero sin empujar. Las piernas, en contacto pero evitando asfixiarse ni impidiendo moverse. Entonces mi marido me tomó en sus brazos, nuestras piernas se juntaron, una mano firme arriba, para hacerme de apoyo y con la otra me rodeó la cintura. Todo bárbaro, pero me apretaba tanto que estaba casi suspendida en el aire, las piernas tan juntas que no me podía mover y me dolían los dedos de la mano por la presión excesiva. Mientras tanto el profe insistía: tu mano tiene que ofrecer resistencia, sino es como si te estuviera empujando y él se sentiría como si estuviera bailando con un flan con cuerpo de mujer... Y se terminó la clase.
Hoy estamos en la Clase 2 y aprenderemos el paso básico que consta de 8 compases. ¿Ven? dijo el profe,.. uno, dos, tres, cuatro, cinco. En el quinto, ella tiene el peso del cuerpo sobre el pie derecho. Entonces, con ese pie, pero cambiando el peso, ella va hacia atrás y siguen seis, siete y ocho ¿me entendieron? Le dijimos que sí y empezamos a bailar: 1, 2, 3, 4, 5... 1, 2, 3, 4, 5... y nada... no podíamos. Mi marido se había empeñado en que hiciera el paso 6 con el pie izquierdo pero no entendía que yo ese pie lo tenía cruzado por delante. Le dije que me estaba atropellando. Me contestó que era yo la que no retrocedía. ¿Y cómo querés que retroceda si tengo el pie en el aire? ¿Y las otras cómo lo hacen? me contestó. Las demás lo hacen porque ellos la marcan bien, no pude menos que decirle. Se nos acercó el profe y le dijo a Alberto, que era mi marido, que tenía que tener en cuenta dónde yo tenía el peso del cuerpo, porque si no lo hacés ella no puede salir. Entonces el profe me tomó de la cintura e hizo los 8 compases conmigo mostrándonos cómo era hacerlo bien. ¡Que hermoso bailar con alguien que sabe! Alberto me echaba la culpa a mí y no se daba cuenta que me era imposible seguirlo.
Ya llegamos a la Clase 3. El profe nos dice que en esta clase trabajaremos las articulaciones del paso básico. En el ocho hay 2 tiempos, 1 de entrada y otro de salida, tanto en la mujer como en el hombre y son alrededor de la pareja. Por fin habían llegado los firuletes, tan elegantes, tan lindos y sensuales. Alberto y yo empezamos y, de pronto, los dos estamos haciendo fuerza para no caernos, como a 4 metros de distancia uno del otro y de la elegancia y la sensualidad estábamos a 10 leguas. Claro, se acercó el profe y nos preguntó si en lugar de bailar el tango estábamos haciendo una lucha de sumo. Tomó mi lugar y le mostró a Alberto lo que hacía... y le dijo: ¿ves? si vos no me das lugar suficiente, yo me lo voy a tomar igual, aunque sea alejándome.
Hoy empezamos la Clase 4. Ya nos movemos más o menos juntos, pero todavía nos cuesta mucho sincronizarnos. En el medio de toda la enseñanza no hacemos otra cosa más que discutir y acusarnos uno al otro que no hacemos las cosas como se deben. El profe me tiene cansada ¿es que no hay más parejas que nosotros que bailen mal? Nuevamente se nos acerca y le dice a Alberto: si le querés decir algo, lo primero que tenés que hacer es contactar, llamarle la atención, sino la invadís y al sorprenderla no te va a entender. Esto llevémoslo al baile. Vos mirá. Primero buscás su pie, la detenés y después hacés el movimiento. Si primero no conectás difícilmente ella adivine que te querés comunicar. Es igual que cuando le querés hablar, primero la llamás y cuando ves que te está escuchando le hablás. Esto es igual. Y entonces, dirigiéndose a mí, me dice: y vos también, cuando él te llama te tenés que detener y escucharlo. Si no lo escuchás te va a gritar y en el baile ese grito se traduce en un atropello. Entonces nos muestra bailando. Acerco mi pie al suyo, ella se detiene para escuchar, hago el movimiento y espero a que ella me conteste. No se olviden que al bailar están dialogando, no imponiendo. Uno habla, el otro escucha y sólo después contesta. Porque en el tango, como sucede en la vida, si no escucho estoy presuponiendo que ya sé lo que me van a decir y nunca le contestaré al otro. Es decir, le contestaré, pero no al otro, sino a mis suposiciones. Por lo tanto el diálogo pasa a ser un monólogo, que es lo que están haciendo ustedes. Y esto no es bailar tango, porque el tango se baila de a dos, donde cada uno improvisa de acuerdo al movimiento del otro.
Hoy tenemos que ir a la Clase 5 y la verdad que no tengo ganas. Me siento mal. Tengo la impresión de que se está acabando mi pareja. Ultimamente discutimos por todo. Tenemos infinitos reproches y nos es imposible dialogar. Hay un silencio entre nosotros que parece imposible detenerlo. Finalmente prefiero cambiarme e ir a clase porque intuyo que la pasaré mejor. Hoy no aprenderemos ningún paso nuevo, nos dice Julio, el profe. Si no entienden el sentido de lo que es bailar tango, aunque hagan los pasos, nunca bailarán tango. El abrazo en el tango es contención, no estrujamiento. Abrazar es dar con los brazos abiertos y el que da de esta manera recibe con todo el cuerpo. Unidos así los dos se desplazan en un espacio creado por los dos. Alguien dijo: "El tango niega las matemáticas porque uno más uno no son dos sino uno, que es la pareja, nunca dos". Es un diálogo amoroso y corporal... y también tiene momentos de silencio, que forman parte del diálogo, que lo enriquecen, pero que jamás lo anula. No se tienen que enojar. Deben buscar el contacto con el otro e intentar crear juntos. En el tango puedo ser protector o protegido, dominador o dominado, puedo ser violento o tierno o un poco de las dos cosas y de una manera distinta cada día, pero seguramente ningún cambio hará que interrumpan la danza... y mientras volvíamos para casa todas esas palabras retumbaban en mi cabeza.
Hoy encontré estos apuntes en el sótano, dentro del cajón de una cómoda que quedó allí después de la mudanza. Pasaron 10 años desde aquél entonces. Nuestra crisis pasó y efectivamente debimos aprender a vivir juntos, de la misma manera que aprendimos a bailar el tango. Mientras leo esto, en la radio están pasando el tango Danzarín, que es el que más nos gusta bailar. Alberto está ingresando del jardín y le pregunto: ¿qué estás haciendo, Alberto? Estoy pensando que tengo muchas ganas de abrazarte... ¿nos bailamos este tanguito, mi vida?
Fuente: Libro "Amarse con los ojos abiertos" - Jorge Bucay-Silvia Salinas
                                                                                                  Elsa Inés Bernardi Semino 

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