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domingo, 23 de agosto de 2015

AYUDAR MULTIPLICA EL BIENESTAR


Por lo general se suele ayudar por motivos altruistas. Aunque no nos dé ningún rédito a cambio, ayudar a los otros nos hace sentir necesarios. La mayor recompensa es el orgullo y el placer de sabernos útiles ante nuestros semejantes. Contribuye a elevar nuestra autoestima, a tener un mejor concepto de nosotros y a fomentar el sentido de la propia competencia. Cuando nos centramos en los problemas de los demás, relativizamos los propios y los valoramos en su justa medida. Es una fuente extra de satisfacción que amortigua un tanto nuestros propios fracasos, rupturas o miedos, elevando los niveles de esperanza y entusiasmo.
Todos somos capaces de brindar apoyo si nos lo proponemos, porque la destreza que requiere el arte de ayudar se puede aprender.
Hay veces que la desesperación que nos agarra por ver sufrir a un ser que nos importa, hace que nos abalancemos en su ayuda para evitarle más dolor. Esto que hacemos con nuestra mejor intención no les permite expresarse y terminamos ahogándolo más. O sea, la ayuda se brinda, no se impone. Quienes necesitan ayuda tienen la libertad de aceptarla en el momento que estén preparados para hacerlo.
Para ayudar debemos buscar el lugar y el momento adecuado . Reservar un tiempo que será exclusivo para esa persona. El solo hecho de estar con ella y que perciba que le estamos dedicando el 100% de nuestro tiempo, le hará muy bien porque elevará su autoestima.
Hay que transmitirles confianza y lograr una comunicación sincera, .para que nuestra colaboración dé sus frutos. Esto se logra dando garantías de nuestra confidencialidad y haciéndoles saber que no le vamos a fallar difundiendo lo que nos pueda contar.
No tenemos que monologar. Por el contrario, nuestra actitud debe ser de escucha, para que el otro se explique sin presiones y con total tranquilidad, mirándolo a los ojos y manteniendo una postura relajada.
Se deben respetar los sentimientos ajenos, aunque se diferencien de nuestros propios valores, creencias y sentimientos. Es necesario ser muy objetivo, tolerante y desterrar los supuestos y los prejuicios. Entonces, por sí sola, surgirá la empatía.
Los consejos se deben dar sólo si nos lo piden y no será nunca un consejo imperativo ni con ánimo de manipular a la persona. Serán sólo recomendaciones de lo que uno haría en caso de estar en su lugar, porque cada uno tiene su propia forma de actuar.
Es bueno que sepamos que el dar tiene un límite, porque cuando una persona recurre a los demás para resolver un contratiempo cualquiera, puede estar fallando en otros aspectos que pueden requerir ayuda de un profesional. Una persona hiper dependiente puede esconder baja autoestima, miedo a la responsabilidad o poca tolerancia a la frustración.
La mejor ayuda no está en dar lo que uno tiene, sino en resaltar lo más valioso que tiene el otro.
Resumiendo, podemos decir que la ayuda consiste en compartir emociones, ideas y tiempo con otras personas y hecho esto, a veces será difícil darse cuenta cuál de las partes ha sido más beneficiada con la intercomunicación. 
Fuente: María Leach-Revista "CuerpoMente"
                                                                                               Elsa Inés Bernardi Semino

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