Tener autoestima es ser conscientes de que podemos desafiar los problemas que nos plantea la vida a diario, pero por sobre todo que nos merecemos ser felices. Para tener un desarrollo sano, nuestra autoestima debe ser positiva, para que no se vea perturbado nuestro crecimiento psicológico. Tenemos que respetarnos y confiar en nosotros mismos.
Cuando la autoestima es positiva somos capaces de regenerarnos, de resistir y de ser fuertes, ante una caída, por ejemplo. En cambio, si es baja, nos cuesta enfrentar los problemas y nos dejamos llevar más por todo lo negativo en lugar de priorizar lo positivo.
La autoestima se desarrolla a partir de nuestra niñez. Es algo muy íntimo, donde nada tiene que ver ni el matrimonio, ni las cosas materiales que tengamos o no, ni nuestra belleza. Todo esto puede ayudarnos a sentirnos un poco mejor, pero no resuelven nuestro problema de baja autoestima.
Hay muchos factores y personas que inciden en ello y los padres y maestros tienen mucha importancia en su formación.
Los padres deben ser respetuosos con sus hijos y no tratarlos como juguetes, pero tampoco como adultos. No deben amenazarlos o infundirles miedo al educarlos o al imponer las reglas y especialmente no ridiculizarlos. Por el contrario, hay que decirles que son valiosos y proporcionarles las herramientas para que se desarrollen como seres humanos.
Quienes fueron desvalorizados de jóvenes, pueden vivir a la defensiva al ser adultos y, frente a la inseguridad, defienden sus posturas desde la mentira.
Cuanto más baja es la autoestima, más se tiende a establecer relaciones tóxicas. Las mujeres y los hombres inseguros, se atraen y tienden a juntarse, y el resultado de ello son relaciones destructivas. En el caso de las mujeres suelen involucrarse con hombres que las maltratan. Ellas entregan y el otro sólo recibe, pero el sacrificio que realizan es destructivo e inmoral, porque el objeto de tener una relación es lograr ser feliz y no autoaniquilarse.
Una mujer puede hacer creer que es peor de lo que es, creyendo que así cuida su matrimonio, porque su marido se siente amenazado por la inteligencia de ella y así rechaza su seguridad, su inteligencia su pasión o su fortaleza, Algo parecido puede pasar en los trabajos, que alguien se muestre menos capaz de lo que es y oculte su buen desempeño laboral para no producir envidia en sus compañeros.
Aunque podamos entender desde un punto tales actitudes, el autorrechazo es malísimo y es muy grave el efecto que tiene sobre la autoestima. La mujer que renuncia a su inteligencia, está renunciando a su autoestima. No podemos dejar de ser quienes somos para ganar ser aprobados por los demás.
No podemos esperar a que venga alguien de afuera a ayudarnos a levantar nuestra estima. Debemos hacerlo solos. Aprender a autoaceptarnos. No negar nuestros verdaderos sentimientos, actitudes y pensamientos y ser responsables y hacernos cargo de nuestras decisiones, aunque no nos gusten; sólo así conseguiremos la autoafirmación.
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