Camila continúa con Pablo en su casa de
Gral.Rodríguez. Empieza a hablar. Tiene la mirada perdida y está de espaldas a él. Mi madre amaba a mi padre y quería que yo también
lo hiciera. Ella lo intentaba siempre hablándome bien de él pero yo me daba
cuenta que lo que me decía no era cierto. En realidad lo que me contaba era la
historia de un padre ideal, el que a ella le hubiera gustado que yo tuviera. Me
contó que ella se había enamorado de un hombre bueno y cariñoso y para quien su
familia era muy importante. Es decir, mi mamá me quería convencer de que todo
era como en un cuento de hadas. Mientras mi madre vivió, mi padre guardó un
poco la compostura, aunque igual algunas noches salía. Yo no entendía bien qué
estaba ocurriendo, porque cuando pasaba eso, ella venía a mi cuarto, ponía la
música muy fuerte, tiraba un mantel en el suelo a modo de picnic y comíamos y
jugábamos allí sin salir de la habitación. Pero yo no era feliz porque me daba
cuenta que todo eso era falso y que la música que ella ponía para endulzar
nuestros oídos, en verdad la ponía para tapar otros ruidos que mi mamá evitaba
que yo escuchara. Cuando Pablo le pregunta si sus hermanos estaban
también en el cuarto, Camila calla y dice que no lo sabe. Pablo le hace ver que
sí lo sabe, pero que intenta no recordarlo. Por toda respuesta la niña lanza un
grito como si fuera de dolor y estalla en llanto de forma desesperada. Pablo la
alienta para que continúe llorando… era hora de que lo hiciera. Mientras tanto el subcomisario Bermúdez se entera
que Pablo está con Camila en su casa y furioso da las instrucciones para que lo
vigilen hasta que abandone el lugar. Busca entre sus papeles, encuentra el
número de teléfono que buscaba y marca mientras maldice por lo que acaban de
contarle. Camila pasa largo tiempo llorando y le va
contando a Pablo que esas noches eran interminables. Yo no sabía qué estaba
pasando afuera pero sabía que era algo malo, que mamá trataba de ocultarme.
Camila descargó todo el dolor contenido durante tanto tiempo. Pablo insistió
con la pregunta anterior, para saber si los hermanos estaban con ella o no. Con
los ojos llenos de lágrimas le describió a Javier bamboleándose dentro de la
habitación, con la mirada perdida y sin decir nada. En un estado que también le
daba miedo. Paula no estaba, no recuerda. A veces el olvido es el intento por
no traer a la realidad situaciones muy dolorosas, que generalmente están
asociadas a vivencias traumáticas infantiles que mucho tienen que ver con la
sexualidad. Existe un mecanismo para ayudar a los niños a
exteriorizar esos traumas, que es a través del juego. En el caso de camila es
evidente que su mecanismo de defensa ha sido la música. Hay situaciones particulares en las que las cosas
familiares se tornan amenazantes, como que debemos empezar a cuidarnos de
aquellos que deben velar por nuestra seguridad, porque se han tornado
peligrosas. En este momento a Pablo ya no le quedan dudas de
que Roberto Vanussi ha sometido a sus tres hijos. Camila continúa diciendo que en aquél momento
sabía que su padre hacía muchas cosas malas, como pegarle a su familia, sobre
todo a Paula y Javier. De golpe su mirada se pone seria y con firmeza añade: a
mí no me tocó nunca ni iba a permitir que lo hiciera. Pablo le dice entonces
que su mamá había hecho todo lo que había estado a su alcance para cuidarla,
pero se encuentra con una respuesta de camila que no esperaba: ¿vos creés? Son inútiles los artilugios que usa Pablo para
lograr que camila continúe hablando, entonces decide probar con el juego.
Cuando le pregunta a qué le gustaría jugar con él, ella elige jugar a la
escondida. ¡Exacto!piensa Pablo, para sus adentros, era en lo que estaba
pensando. Pablo cuenta hasta 100. El lugar elegido por camila
para dar piedra libre es una pared del alero, fuera de la casa. Se toma un
tiempo y empieza a buscarla. Se dio cuenta que camila está dentro de la casa y
que seguramente lo está mirando, pero él aprovecha para recorrer un poco la
propiedad. Más o menos a 30 mts de la casa principal está la casa de Francisca.
Un poco más allá, hay una construcción y Pablo se aproxima al lugar. Vé que
supera en lujo a la casa de los caseros pero parecería deshabitada. Camina un
poco más y se aproxima a la parrila y al horno de barro. Regresa hacia la casa
y camila ríe al ver por donde la está buscando Pablo. Lo ve acercándose a la
entrada y sale corriendo a esconderse, hasta que ocurre algo que la paraliza:
el ruido que hace la puerta al abrirse. Ese sonido horroroso que escuchó tantas
veces y que hacía que fuera corriendo a refugiarse en la cama o en el estudio.
Camila siente pánico y no quiere jugar más. Pero está muda, no le salen las
palabras. Su corazón le sale por la boca. Piensa que eso no es un juego y
vuelve a salir corriendo hasta que de golpe escucha una voz que la paraliza:
Camila, estoy cerca y te voy a encontrar. Siente algo caliente entre sus
piernas. Se mira asustada y se da cuenta que se hizo pis. Pablo vuelve a gritar
en un tono risueño, camila, estoy cerca y te voy a encontrar. Mueve a propósito
una silla para que camila se dé cuenta de donde él se encuentra y cuando él
bromea diciendo que ya está cerca, muy cerca, la pequeña hunde su cara en un
almohadón y lanza un grito desgarrador. Ella sabe que la voz, tarde o temprano
va a encontrarla y ella está sola, no puede contar con nadie. Francisca está en
el quincho, su marido durmiendo la borrachera, Paula en su departamento de
bs.as. y Javier nunca la pudo ayudar, excepto aquella noche. Pablo no la
encuentra donde él pensaba que estaba pero de pronto es como que entiende todo
lo que pasa por la psiquis de la pequeña y siente la misma angustia que está
sintiendo la niña de vivir en ese infierno. Sale corriendo a buscarla a la
habitación del pánico, donde la cobijaba su madre, gritando, Camila, ya voy y
cuando ella lo oye piensa… ya todo terminó. El juego ha llevado a la niña de
regreso a la niñez. Pablo abre lentamente la puerta e ingresa. Cuando ve el
charco amarillo se da cuenta de lo que está pasando. La llama y se identifica,
le dice que es Pablo y que no debe temer, que está allí para ayudarla. Desde
dentro del placar se oye un gemido ahogado. Le repite que es Pablo y que no se
asuste porque va a abrir la puerta del placard. Lanza un grito que el almohadón
no puede contener y la encuentra debajo del último estante, hecha un ovillo
contra la pared del fondo. Sabe que su forma de ayudarla no es extendiendo el
brazo para que salga. Se sienta en el suelo a un metro de ella y la mira. Sólo
le importa ayudar a Camila. Pablo le habla con tranquilidad, suavemente, con
ternura. Pablo la anima diciéndole que está a salvo. Ella teme abrir los ojos y
encontrarse con la voz que tanto teme y cuando lo hace y ve a Pablo se lanza a
llorar pero esta vez de alegría. Pablo no la puede ayudar a salir, Camila tiene
que hacerlo sola. Pablo sabe que camila no está recordando, está reviviendo su
infancia y además se da cuenta que ella condensó en su persona dos imágenes: él
es el padre y también la madre. Y ella no sabe si al salir será recibida por la
protección que le daba su mamá o por el sadismo de su papá. Desde ese lugar
entonces Pablo le dice que él es su analista y que está allí para ayudarla pero
que si quiere se puede ir. Pablo, sentado en el suelo, le abre los brazos y la
pequeña sale corriendo del escondite y se abraza a él con todas sus fuerzas y
llorando desconsoladamente. Una hora más tarde la llama a Paula y le pide que
vaya urgente a Gral.Rodríguez porque Camila la necesita. Le dice que le
explicará a su llegada todo lo ocurrido, que ahora está durmiendo pero que
cuando despierte quiere que esté ella a su lado para bañarla y cambiarla,
porque él no tiene la menor intención de tocarla. Cuando corta, camila está
descansando. Parece en paz.
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