EL LLAMADO (PRIMERA PARTE)
Pablo se despidió del Gitano y a las 2 de la
mañana llamó por teléfono a Helena, su asistente, para consultarle si tenían algún
contacto en la Clínica donde estaba internado el hermano de Paula. Helena le explicó que conocían al propio dueño de
la clínica psiquiátrica, el dr.Rubén Ferro, agregando que deseaba saber de qué
estaban hablando, ya que era de madrugada. Su amigo le contó lo ocurrido y le dijo que a
primera hora de la mañana, él necesitaba tener una entrevista con el médico que
llevaba el caso de Javier Vanuzzi, presunto asesino de Roberto Vanuzzi. Helena captó el mensaje… Pablo le estaba pidiendo
que llamara en ese mismo momento al dr.Rubén Ferro para concertar una
entrevista urgente con el médico del paciente. Media hora más tarde su asistente le estaba
devolviendo el llamado, diciéndole que a primera hora de la mañana lo estaría esperando el Dr.Rasseri, por pedido
especial del Dr.Ferro. A cambio le había solicitado que le organizara un
almuerzo con Pablo. A las nueve de la mañana Pablo estaba ingresando
a la clínica. Apenas un rato después se encontraba sentado
frente al Dr.Rasseri, en su consultorio. Éste se interesó por saber qué lo había llevado a
involucrarse en ése caso. Pablo le explicó que Paula, hermana del paciente,
le había solicitado su opinión profesional mediante un informe al juez de la
causa, y previo a su decisión quería hacer una evaluación. Por toda respuesta, el Dr.Rasseri se puso de pie
con la historia clínica en la mano y lo invitó a seguirlo para presentarle
directamente al Sr.Javier Vanuzzi o, como él mismo dijo: “lo que quedaba de
él”. Juntos se acercaron a una habitación, donde un
técnico monitoreaba al paciente a través de un vidrio, tipo cámara Gesell. Al paciente se lo veía muy delgado y con claras
señales de encontrarse bajo los efectos
de fuerte medicación. Al interesarse Pablo por el diagnóstico del
enfermo, el Dr.Rasseri, en un tono casi dolido, le confesó que no lo sabia con
exactitud. Le contó entonces que hacía 10 años que su padre lo
había mandado a esa clínica. Se trataba de un adolescente con serios problemas,
pero como todavía era un chico, albergaban esperanzas de recuperarlo. Cuando concurría lo hacía acompañado de su
hermana Paula o de una empleada de su casa. Jamás en compañía de su padre o de
su madre. Pablo le pide entonces ingresar juntos a la
habitación. Esto le genera una leve taquicardia, algo poco
común en él en casos similares y se percata de su acentuado nerviosismo. Cuando llega a la cabecera de la cama, a la que
Javier se encuentra atado, observa que éste lo está mirando directo a sus ojos,
pero su mirada no transmite nada y siente la horrible sensación de ser
observado por un muerto. Al apoyar su mano sobre la frente, nota que está
frío pero transpirando. El Dr.Rasseri le confirma que ese estado es
inducido por una medicación, suministrada por su propia indicación. Pablo necesita seguir preguntando pero no sabe
cómo proceder para no herir la ética profesional del médico. Finalmente lo hace con su mejor cara de nada, aceptando su desconocimiento y
sus propias limitaciones al respecto. El especialista le habla de trastorno límite de
la personalidad. A medida que el Dr.Rasseri le va contando, Pablo
va traduciendo a su propio lenguaje lo que le está diciendo. Javier ha tenido graves problemas para construir
su identidad. Al relacionarse, oscila siempre entre el amor y el odio y eso le
genera dificultad para vincularse con los demás. Pablo siente que la conversación está siendo
productiva y deduce que, aparentemente, para los psicoanalistas Javier tendría
lo que llamarían “trastorno de narcisismo” o “personalidad como si”. Ese
extremismo que los lleva del amor al odio lo usan para medirse a sí mismos y
pasan de sentirse perfectos a pensar que no sirven para nada. Para su sorpresa, en un momento el médico se
acerca al paciente y le acaricia la cabeza, gesto poco habitual, porque un
profesional que se angustia pierde parte de su capacidad para ayudar al
paciente. Ante ese gesto, Pablo se anima y le pregunta qué
lo llevó a tomar la decisión de inducirlo a ese estado mediante los fármacos. El profesional le explica que Javier había tenido
una mejoría asombrosa, pero que al enterarse de la aparición del cuerpo sin
vida de su padre, se desequilibra nuevamente. Intenta suicidarse en su casa
cortándose las venas con un cuchillo y es encontrado tirado en la cocina en un
charco de sangre, desnudo y autoflagelado hasta caer desmayado. Se había
castigado con un cinturón que pertenecía a su padre.
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