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miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL SINDROME DEL NIDO "LLENO"





Los hijos se están yendo cada vez más tarde de la casa de los padres y diferentes son los motivos para que esto ocurra. El más importante es el motivo económico, es decir, trabajan pero no les alcanza el dinero para hacer frente a todos los gastos que implica vivir solo. Después porque la adolescencia ahora llega hasta los veintiséis años y por último porque en la casa de sus padres ya tienen todo solucionado y prefieren continuar así, en lugar de resignar las comodidades.
Muchos de ellos recuerdan los sacrificios que hicieron sus padres cuando se independizaron y no tienen ganas de pasar por lo mismo. Además, quedándose con sus padres aprovechan más su juventud y no se tienen que meter de cabeza en la adultez, que para la mayoría es sinónimo de responsabilidad y creen que no la van a pasar tan bien como cuando eran adolescentes.
Pero creo que el factor más importante se debe a que en la actualidad los hogares paternos son más hospitalarios que en los tiempos de antes.  Ahora nos ocupamos demasiado por nuestros hijos... vemos que no sufran, que estén bien, no queremos que estén enojados con nosotros ni que se frustren. A veces parece que hasta tenemos miedo de que se vayan y nos dejen.
Una persona es adulta cuando se independiza en todos los aspectos. A un joven de veintitantos años largos que continúa viviendo con sus padres, no lo podemos considerar un adulto... en todo caso es un falso adulto, porque no van al supermercado, no se lavan la ropa, no arreglan las canillas si pierden, no cambian las lamparitas que se queman... es decir, encuentran siempre todo resuelto y esto no los deja crecer y no están preparados para enfrentar todos los contratiempos que aparecen a diario en la vida.
Muchos de ellos consiguen un trabajo y cuando llega el verano renuncian para irse de vacaciones y lo peor es que si en marzo no consiguen otro empleo, los padres no les dicen nada y los bancan.
Esta actitud, obviamente, no se corresponde con la de un adulto, sino con la de un niño o un adolescente.
Están también los que estudian, trabajan, colaboran en la casa, pero no se van porque la plata no les alcanza para vivir solos. En estos casos es imprescindible poner reglas de convivencia para que no confundan su casa con un hotel. Si ellos son indiferentes hay que aclararles que tienen que avisar si van a venir o no a cenar, que deberán lavar los platos que ensucien fuera del horario de la comida, respetar los horarios en que sus padres descansan y compartir algunos gastos del hogar.
Una clara señal de que el nido debe vaciarse es cuando nos damos cuenta que el espacio nos está quedando chico a todos. Empiezan a llegar las novias o novios, o los amigos que entran y salen permanentemente. En estos casos es preferible que los padres le brinden colaboración, tanto económica como personal, para la planificación de una mudanza, sin sentir culpa, antes de que se produzca una crisis familiar.
A partir de los veintiséis años, un joven independiente económicamente y con entrenamiento para realizar las tareas domésticas, ya está preparado para ir a vivir solo. Esto les resultará mucho más fácil si, desde su nacimiento, lo criamos con independencia y autonomía, preparándolo para cuando llegue este momento.
Debemos saber que no es lógico que nuestros hijos se queden para siempre con nosotros para cuidarnos. Educándolos con amor y listos para ser libres, cuando los necesitemos seguramente estarán a nuestro lado.
Es imprescindible que los padres tengan otros proyectos, además de criar a sus hijos, para no sentir demasiado su falta cuando llegue el momento. Es una buena etapa, que por lo general suele reportar ganancias, sobre todo para los padres, que pueden generar nuevos proyectos de a dos, como antaño.
Los hijos que se quedan pensando que el día que se vayan, sus padres se separarán, se convierten en rehenes de una pareja que no funcionó. Sin embargo deben saber que ellos no provocaron esa situación, pero que si se quedan entonces sí serán cómplices del conflicto.
No es fácil ver partir a nuestros hijos, debido a los vínculos emocionales. No obstante debemos estar a su lado en el camino de la independencia y verlos conquistar sus sueños. Presenciar esto es como verlos nacer nuevamente.

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