Las horas pasaban y ya algo estaba ocurriendo en el departamento del fiscal Nisman. Un poco después de las 11 de la noche, recibí un Whatsapp. Alguien me contaba que Nisman estaba muerto en el baño de su casa. Estuvimos 35 minutos en contacto, tiempo suficiente que me alcanzó para despejar todas las dudas que me había generado. Nisman ya estaba muerto y yo sentía la necesidad de hacer algo, así que decidí escribir un twit para alertar rápidamente, porque el hecho continuaba siendo desconocido. Lo hice desde mi cuenta personal diciendo que el fiscal Nisman había tenido un incidente. No avisé a nadie ni lo compartí con mis superiores de la redacción y pensé que lo peor que me podría pasar sería que me echaran del trabajo. Totalmente convencido en la veracidad de lo que mi fuente me había confiado, minutos después de las 12 de la noche amplié y confirmé lo revelado minutos antes, diciendo que el fiscal Nisman había sido encontrado en el baño de su departamento de Puerto Madero, sobre un charco de sangre, que no respiraba y que además en el lugar estaban ya los médicos. Me banqué las bromas de muchos colegas amigos, que no creían nada de lo que estaba publicando. Al poco tiempo mandé un tercer mensaje diciendo que estaba chequeando y rechequeando la información que seguía recibiendo, ya que me estaban por enviar la supuesta causa de la muerte de Nisman. Un poco más tarde me llamó mi editor y entonces escribí un pequeño párrafo para el Herald. No había pasado mucho tiempo y ya me estaban contactando mis colegas de Israel, pidiéndome que actuara como corresponsal de ellos en Buenos Aires. Llegó entonces por TN, que tenía un móvil en el lugar, la primera confirmación de lo ocurrido. A partir de ese momento empezaron mis noches de insomnio. La adrenalina, la emoción y la tristeza personal no me dejaban pegar un ojo ni comer. Como ya me imaginaba que podían empezar a tomar represalias, empecé a hablar por teléfono con mi madre en hebreo y al trabajo me trasladaba en transportes públicos en lugar de usar el auto. Para mí era sólo cuestión de tiempo que me atacaran por ser judío-israelí. El 20 de enero ví prácticamente por última vez a mi madre. El 22 de enero, recibí un alerta en la redacción de que algo estaba pasando. Dejé mi auto estacionado en el garage de allí y pedí un taxi, con el que me fui a Aeroparque. Mis colegas de Infobae y Gabriel Bracesco escribieron la última nota en el Aeropuerto. No había que mirar al norte, como decía Cristina Kirchner, sino a Balcarce 50. Eso estaba muy claro para mí, tan claro como que la muerte de Nisman había sido un asesinato. Mi itinerario de vuelo fue publicado mientras estaba en el aire.
Fuente: Damián Pachter - Especial para Infobae
Elsa Inés Bernardi Semino
No hay comentarios:
Publicar un comentario