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miércoles, 30 de octubre de 2013

SEPARADOS, PERO BAJO EL MISMO TECHO


 
 
Hay muchísimos matrimonios que se han disuelto, pero continúan viviendo bajo el mismo techo. Las razones son varias: muchos lo hacen por los hijos, los más porque la economía no les permite alquilar otra vivienda, con todo lo que eso conlleva y están también aquellos que lo hacen por las apariencias.
Y así nos encontramos con que en un casamiento, cuando el fotógrafo se les acerca, se miran y ni lerdos ni perezosos posan para la foto. Están sentados a la mesa con sus parejas amigas de siempre y de los recién casados.
Él le rodea la cintura con su brazo y sonríen. La apariencia que dan es la de un matrimonio consolidado y feliz. Pero hace cuatro años que se han separado, aunque siguen conviviendo... así que, todo no es lo que parece.

Este modo de vida se está arraigando cada vez más y lo vemos con mucha frecuencia. A veces alguno de los integrantes de la pareja se niega a abandonar la casa que fue comprada en forma compartida o al mirar la parte económica se dan cuenta de que el dinero no les alcanza para el mantenimiento de dos hogares con la misma forma de vida, el mismo estándar. Esto hace que la decisión de continuar viviendo juntos (pero separados), pasa a transformarse en una forma de vida definitiva y permanente.
Sin embargo, los psicólogos señalan que ocultarle a los hijos que sus padres están separados aunque estén viviendo juntos, no resulta saludable para los niños. Se debe aclarar la situación porque sino los hijos terminan haciendo de puente entre los padres.
Cuando se ocultan estas situaciones, son siempre los hijos los que sufren las consecuencias. Por lo general empiezan a llamar la atención y sus sentimientos los somatizan, manifestándose a través de enfermedades, con problemas en la escuela o cualquier otro síntoma.
Los psicólogos aseguran que convivir estando separados, se transforma en algo poco saludable a largo plazo. Además se complica si una de las partes desea rehacer su vida y construir una relación nueva, porque esto precisa cierta privacidad.
Esta situación se da mucho en la actualidad con las parejas mayores, que se han prestado durante muchísimos años a aparentar frente a sus hijos y a la familia, esperando quedarse solos para reacomodarse bajo el mismo techo. Ni bien los hijos se casan o se van a vivir solos, aprovechan las habitaciones que han quedado vacías y conforman una nueva forma de convivencia. En algunos casos los hay que hasta se cocinan y comen por separado.
En cualquiera de las situaciones que se presenten, que pueden ser muchas, lo que se trata de hacer es no enfrentar el duelo que nos produce estar solos.
El cambio, aceptar la pérdida y el miedo a la soledad, son tres temas muy difíciles de enfrentar y es por ello que todavía hoy, en el siglo XXI, los mandatos sociales rigen nuestras acciones.

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