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lunes, 26 de agosto de 2013

LA ASESINA - PARTE 2

 
 




A Joseph Kelmann me lo presentó mi hermano Paco, quien antes de hacerlo averiguó vida y milagro de él. Me lo dijo al día siguiente de mi cumpleaños número diecinueve, que habíamos festejado juntos con algunos de sus amigos. Cuando en medio de la noche regresó de su trabajo y mientras yo dormía profundamente, me despertó gritando que ya había encontrado a quien sería mi esposo. Y allí mismo y sin pérdida de tiempo empezó a darme todos los detalles.
Me contó que Joseph frecuentaba el club nocturno del casino donde Paco trabaja como barman y que tenía tanto dinero que no sabía qué hacer con él. Añadió que por ese precio no le parecía demasiado feo, ya que yo le había preguntado si era buen mozo. Me dijo: va todas las noches y siempre solo, como un gran señor, pide una botella de champagne de la que deja las tres cuartas partes al retirarse cuando finaliza el espectáculo.
Me confió que era austríaco y el mandadero del club me dijo que era el hombre más rico de la Costa Azul. Que venía todos los años, para la misma época, a pasar quince días a Montecarlo, hospedándose siempre en una suite de gran lujo del Hotel Hermitage.
Paco también me dijo que se habían hecho casi amigos... que hablaban todas las noches y que había aprovechado para contarle que tenía una hermana de diecinueve años, muy bonita. Me enteré también que era israelita y que todas las noches llevaba a una dama diferente a su habitación, por lo que tampoco creo que sea casado.
Se comenta que viene todos los años a realizar negocios inmobiliarios y se dice que es uno de los mayores inversores de la Costa Azul.
Mi hermano añadió: ya tengo más o menos apalabrado un encuentro para mañana a la noche en el casino. Deberás vestirte de manera muy sencilla, sugiriéndome mi traje negro. Me hizo saber que había cambiado un poco nuestros orígenes. Le contó que éramos hijos de la condesa Malphy, quien al morir su marido y para evitar que nos mataran, nos entregó a sus servidores, los Homir, que nos cobijaron y nos dieron su apellido. Luego de todo esto que te he contado, sabrás que cuando te reúnas con él deberás comportarte como una joven tímida, pudorosa y un poco snob, aunque no remilgada. Y se fue, dejándola sola para que se arreglara y a las diez y cuarto de la noche se hiciera presente en el club del casino.
Cuando llegues al lugar, le había dicho, duda un poco como no sabiendo qué hacer.... yo iré a tu encuentro para presentarte al señor Kelmann.
Todo salió de acuerdo a lo previsto. Joseph Kelmann me comía con los ojos. Era bastante apuesto y más bien simpático. Cuando terminó el espectáculo ambos coincidimos que el número que más nos había gustado era el del ilusionista.
Cerca de las dos de la mañana le dije que ya era hora de volver a acostarme.  Fuimos hasta el bar para pedir un auto que me devolvería a mi casa y luego de acompañarme a tomarlo, él se volvió para tomar su última copa junto a Paco.
Al regreso de Paco y tal cual lo previsto, el hombre había quedado prendado y me esperaba para almorzar al día siguiente a la una en el Hotel de París.
Todo pasó demasiado rápido. Cuando a la noche entré nuevamente del brazo de Joseph al casino, Paco abrió los ojos como si estuviera viendo una aparición. Así vestida y adornada como estaba teníamos que ocupar la mejor y más importante de las mesas, junto a la pista de baile. Esa tarde, luego de todas las compras que hicimos, terminamos en el Hotel Hermitage y Joseph me invitó a conocer la suite que ocupaba, sin permitirse ninguna intimidad conmigo. Luego me invitó a cenar en el comedor del Hotel que tenía una refinada y suntuosa cocina. Su chofer me llevó hasta mi domicilio para dejar los paquetes y arreglarme para la cena. Y esa misma noche Joseph me propuso casamiento... apenas veinticuatro horas posteriores a habernos conocido. Le dije que previo a mi respuesta deseaba que hablara con mi hermano, pero siendo terriblemente celoso no me dio ni un segundo de tiempo para ir a la cabina a llamar a Paco. Debía contarle lo que había pasado y avisarle que a la noche iríamos a verlo porque Joseph le pediría mi mano.
Cuando Paco volvió del casino a las dos de la mañana, yo estaba en mi cama pero despierta. A Paco no se lo veía muy contento porque pensó que me perdería como hermana. Sin embargo sabía que no podía perder esa oportunidad. Joseph le había preguntado que piedra prefería para el anillo de bodas y le sugirió el brillante y agregó, más adelante le pedirás la esmeralda y con posterioridad el rubí.
Yo quería lucir mis pendientes y Paco me dijo que los estrenaría el día de mi boda. Le hizo creer a Joseph que uno de los pendientes estaba perdido y que por eso su hermana no los podría lucir. Con la bondad que lo caracteriza Joseph le facilitó las cosas para adquirir el otro que faltaba. Paco me dijo que el dinero que ganaríamos lo repartiríamos. Le dije a mi hermano que me encantaría que encontrara una mujer para casarse él también, pero me contestó: no hermanita, a Joseph lo hemos elegido de común acuerdo pero los dos sabemos muy bien que en cuanto no nos sea de utilidad nos desembarazaremos de él. Supongo que estarás de acuerdo en este punto... ¡Enteramente! replicó Sabine.

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