Hay muchos padres que sin duda son los únicos responsables en el sufrimiento padecido por sus hijos en la niñez, pero también debemos reconocer que cuando ya somos adultos, tenemos que hacer uso de todos los recursos que poseemos para intentar liberarnos de los fantasmas de nuestro pasado y continuar con nuestra vida.
Es decir, no soslayar las responsabilidades que tuvieron los otros, pero hacernos cargo de la responsabilidad que nos cabe en la actualidad, para hacer las cosas bien y gozar de nuestro bienestar.
No nos podemos quedar en una queja estéril, porque lo pasado ya es inmodificable. Superar esa pesada carga que arrastramos desde nuestra infancia, depende exclusivamente de nosotros; es algo que no se puede delegar.
Cuesta mucho aceptarlo cuando el sufrimiento que se atraviesa por cuestiones pasadas en nuestra niñez y en el seno de nuestra familia, es demasiado profundo. Se trata de cosas que, como niños, no hemos elegido, que quienes se debían ocupar de nosotros, nos descuidaron y que nadie se ha tomado el trabajo de explicarnos la causa.
La realidad es que no debemos dejar el pasado en el pasado, pero sí hacer algo distinto a partir de lo que tenemos para que la cosa cambie, porque sino, cuando somos adultos, nos aparecen síntomas que no tienen explicación y que nos hacen sufrir y lo único que sabemos hacer es repetir hasta el cansancio que todo lo que nos pasa es culpa del pasado... pero no nos damos cuenta que al hacer esto, el pasado se está haciendo presente.
Si regresamos al pasado será únicamente para comprenderlo y volver a escribirlo, elaborarlo y así liberar finalmente nuestra vida de un excesivo sufrimiento. Eso sería hacerse cargo.
Hacerse cargo quiere decir, entonces, poder elegir otras cosas diferentes, barajar y dar de nuevo con nuestras propias cartas... que es muy distinto a decir "hago borrón y cuenta nueva", porque esto último es lo mismo que tirar los problemas debajo de la alfombra en lugar de buscarles una solución.
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