Se puso de moda comprar libros con mandalas en blanco para pintar. Colorear mandalas es una práctica manual que nos ayuda a descansar la mente y ése es el propósito de hacer esto. Ayuda a no pensar para concentrarse únicamente en las formas y los colores. Es decir, intentamos recuperar la paz interior recurriendo al arte plástico. Esto no es algo nuevo; se trata de un tratamiento que se está usando desde hace décadas para atender distintos problemas de salud mental y física. Muchos son los efectos psicológicos y fisiológicos que proporciona el arte plástico. La autoexpresión produce una relación que, por ejemplo, ayuda a reducir la presión, el estrés y fortalece el sistema inmune. De repente no se trata de que prolongue la vida, sino de hacer que tengamos una calidad de vida mejor y plena de gozo, ayudando a la integración social, familiar y laboral. Frente a emociones negativas, el arte plástico nos permite sacarlas afuera y tomar distancia de ellas. Al crear y ver plasmado en un papel nuestra creación, esas emociones, como la angustia y el miedo, se transforman en formas y colores que no son siempre iguales, cambian de un dibujo al otro. Logran que ya no nos sintamos prisioneros de esas emociones y que nos demos cuenta que hasta somos capaces de desarmarlas. Cuando usamos el arte con fines terapéuticos, a través de la pintura y el dibujo, logramos conectarnos con las partes más sanas de nuestro sistema nervioso. Esto potencia cualquier tratamiento clínico, ya que tiene una función reparadora y cognitiva. Al principio las investigaciones que se hicieron fueron para ver la repercusión del arte visual focalizado solamente en las personas enfermas, quedando el interrogante del efecto que causaba sobre las personas sanas. Se pudo comprobar que en este último caso tiene consecuencias positivas, como la mayor resistencia al estrés, al dolor emocional y a la angustia. Por último podemos asegurar que el arte nos permite poner en movimiento todos los sentidos y al trabajar con las manos volvemos a revivir experiencias de nuestra primer infancia, ya que, como sabemos, lo sensorial fue nuestra primer nutriente ligado al instinto de vida en estado puro y muy anterior al lenguaje.
Fuente: Revista "Noticias"
Elsa Inés Bernardi Semino
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