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sábado, 6 de julio de 2013

CINCUENTA SOMBRAS MAS OSCURAS - CAPITULOS 3 AL 6


 
 


Cuando ingresamos a mi casa me tomó por las caderas y me apretó a él. Me llevó hacia la heladera y me empujó contra ella. Estaba jadeando y con una mano sujetó mi pelo. Nos besamos salvajemente. Le dije que quería que me llevara a la cama. Me tomó en brazos y me llevó hasta allí. Le pedí que me hiciera el amor pero quiso que yo le dijera cómo quería que lo hiciera. Me ruboricé pero me llenó de placer. Sin dejar de mirarme intensamente, me penetró muy lentamente, hasta que hundió su cabeza en mi cuello y se derrumbó encima mío.
Estábamos con Christian sentados en el suelo comiendo pollo salteado sobre la alfombra. En medio de nuestra charla me pidió que no le dijera a Jack, mi jefe, que él había comprado la empresa. Cuando preguntó qué había de postre y le dije que tenía helado en el refrigerador, se le encendió una sonrisa que me perturbó. 
Llegamos al dormitorio, deshizo el nudo de mi bata y me quitó la prenda que cayó a mis pies. Quedé desnuda frente a él.
Luego de juguetear una y otra vez con el helado que teníamos junto a nosotros, pasó su mano por mi cintura y sujetándome con fuerza con la otra volvió a penetrarme fuertemente. Fui absolutamente suya.
Dormimos juntos en mi casa. Eran las cinco de la mañana y estábamos despiertos. Le comenté que el día anterior se me había acercado una jovencita para preguntarme qué tenía yo que no tuviera ella. 
Enseguida tomó el celular y, a esa hora, llamó no sé a quién, para transmitirle lo que yo le había contado. Sólo oí que decía...  encuéntrala Welch... tiene problemas.
Cuando cortó insistí, diciéndole que quería saber de qué se trataba. Yo no era ajena a lo que estaba pasando. Si ella me había abordado a la salida de la oficina, quería decir que me conocía, por lo que tenía derecho a enterarme de todo lo que había en el medio.
Mientras Christian pensaba si me lo iba a contar o no, yo seguí preparando el té que estaba haciendo.
Finalmente me dijo que Leila había sido su sumisa tres años atrás. Luego se separaron y ella contrajo matrimonio y volvió a aparecer hacía un corto tiempo. Añadió que mientras estábamos en Georgia, Leila se había aparecido en su casa y que le había contado la señora Jones, su ama de llaves, que había intentado cortarse las venas. Y que a partir de ahí no sabía más nada de ella hasta este episodio que le acababa de contar.
Tomamos el té y nos fuimos a la cama. Despertamos abrazados. Nos levantamos y cuando nos estábamos vistiendo sacó del bolsillo de su pantalón, las llaves de mi Audi y la puso en mis manos a pesar de todas las contras que le puse para negarme a recibirlas.
Entonces yo saqué de mi bolsillo el cheque que me había dado como pago de mi escarabajo y se lo devolví.
Discutimos, me dijo que tanto las llaves como el cheque eran míos y que no aceptaba un no como respuesta. Se dio media vuelta y salió de la habitación.
Más tarde, me dijo que me presentaría a su entrenador para tomar clases y que me acompañaría a uno de los salones de belleza de su propiedad para que eligiera allí todo lo que quisiera hacerme en mi pelo y en mi cuerpo entero.
Cuando llegamos al salón de belleza, Christian se alejó de mí y se acercó a una rubia platinada que lo saludó con mucho afecto. Inmediatamente me dí cuenta que se trataba de la señora Robinson. Me levanté inmediatamente y cuando Christian regresó le dije que no me pensaba quedar allí y que él sabía demasiado bien el porqué.
Se disculpó, diciendo que Elena nunca estaba en el negocio y que sólo había sido un accidente por encontrarse reemplazando a alguien de su personal.
Yo estaba furiosa... sólo quería cortarme el pelo pero en algún lugar donde a él no lo conociera nadie ni a mí tampoco.
Comenzó a sonar su celular. Era su jefe de seguridad que lo llamaba para decirle que Leila acababa de perder una pareja en un accidente automovilístico y que seguramente eso le había producido un brote psicótico y explicaba todo lo que estaba haciendo. De modo que por autodecisión me dijo que recogiera ropa de mi casa y me mudara a la suya hasta que localizaran a la joven Leila y la pusieran a buen resguardo.
Como me lo impuso me sacó de quicio, pero Christian añadió que se había enterado que Leila había conseguido un permiso para portar armas y que quería cuidarme para que no corriera peligro ninguno.... Yo tampoco quería que a él le pasara nada, así que era una forma de poder cuidar yo también de él.
Cuando llegamos a la casa de Christian, Taylor nos estaba esperando. Dijo que el peluquero llegaba a la una, así que me fui a mi dormitorio para acomodar la ropa que había llevado. Mi placard tenía 3 vestidos largos, 3 de cocktail y 3 de todo andar, todos ellos nuevos. No soportaba que me hiciera esas cosas. Y eso era precisamente lo que más le atraía a Christian de mí. Todas las mujeres se derretían por él y no tenían reparo de tirarse de un obelisco si él se los pedía, pero yo era distinta y eso a él lo cautivaba. 
Llegó el peluquero y me gustó mucho el corte que le hizo a mi pelo, aunque todavía lo dejó largo. Christian me dijo que me quedaba precioso y se alegró por no haberlo cortado cortito como yo quería.
Me fui a la cocina a preparar algo para comer. Comimos y luego me fui a mi dormitorio a elegir el vestido que luciría por la noche. Estaba bajo la ducha pensando en todas las cosas que habían pasado ese día. La señora Robinson, Leila, la ropa nueva en el placard, la devolución del Audi, eran muchas cosas juntas...
Christian se estaba arreglando abajo, así que mi dormitorio era solo para mí. Iríamos a una gala benéfica y debía elegir el vestido que me pondría. Elegí un vestido de satén plateado con los zapatos de taco de 10 cm al tono, un chal de satén y un sobre plateado.
Él vestía un esmoquin negro y corbata del mismo color. Se me acerc+o y besó mi pelo. Me entregó una bolsa de terciopelo que tenía en su interior un antifaz plateado, con un penacho de plumas azul. Ante mi cara de asombro me aclaró que se trataba de un baile de máscaras.
Extendió una mano y me dio una cajita de color rojo con la palabra Cartier en el frente. Dentro destellaba un par de aros, con un diamante en la base, un hilo fino y tres diamantes más espaciados. Mi cara lo decía todo. Eran maravillosos y se los agradecí. Christian tenía su cuerpo pegado al mío, se relajó y me besó en el hombro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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