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jueves, 5 de septiembre de 2013

LA ASESINA - PARTE 6




 




Bailamos durante horas sin hablar ni una palabra. Cuando nos sentamos, agotados, teníamos hambre. Le sugerí a Thierry pedir un sándwich pero me dijo que allí vendían solamente bebidas, pero que además no tenía dinero para invitarme a comer a otro lado. Le dije que eso no era problema y que yo lo pagaría. Nos fuimos a comer al puerto viejo. Me arrastró tomándome de la cintura y me hizo sentir feliz como cuando salía con Paco. Thierry me dio la impresión de no pertenecer a la raza de aprovechadores que solían rodear a Joseph, pero... estaba completamente equivocada. Los días siguientes pusieron de manifiesto que no era ningún santo. Finalmente entramos al restaurant La Vela Azul.
Busqué una mesa al fondo porque prefería pasar inadvertida con mi invitado. Ordené la comida sin pedirle su opinión, como solía hacerlo con Joseph. Luego le pregunté la edad y me dijo que tenía veintitrés años (y yo veintiuno). Le conté que era viuda y que mi marido había muerto en un accidente. Al comentarle que me gustaría viajar, ni lerdo ni perezoso, me dijo que si lo invitaba podíamos hacer un viaje juntos y que lo más grandioso para él sería hacerlo en una moto de alta cilindrada. Quedamos en que después de cenar iríamos a la habitación que arrendaba. Le dije que pidiera un taxi, porque estábamos lejos. Un cuarto de hora más tarde estábamos en La Bocca, que era donde Thierry vivía.
Era un edificio de alquiler con fachada fea. Nunca había entrado a un edificio así. La escalera en ruinas y las paredes llenas de inscripciones. Subimos cinco pisos por la escalera, hasta un corredor oscuro con pequeñas puertas numeradas, una al lado de la otra. Cuando abrió la puerta 97 entré a un universo desordenado pero simpático. Tenía una cómoda, una mesa y la cama que completaba el mobiliario. El baño sólo tenía una ducha, sin bañera.
Para Thierry era normal que una mujer bonita como yo estuviese a su lado esa noche y eso era lo que me gustaba de él, que todavía ignoraba mi verdadera identidad. Era exactamente lo que yo quería, tener relaciones con un hombre que sólo pensaría en la sensualidad, sin saber quien yo era. Sin embargo debo reconocer que aunque no se reveló como un amante excepcional, me sorprendió con su fogosidad y un candor bastante conmovedor. Se hizo el conquistador en la discoteca pero en la cama se sintió intimidado. Era todavía un niño!
Un taxi me devolvió a mi casa por la mañana. Decidí conservar a ese muchacho, deseosa de ver hasta dónde llegaría eso. Deseaba dominar a un jovencito de físico agradable. Le pregunté si tenía registro para conducir motos y me mostró que tenía todo en regla, así que decidí comprarle una. Cuando le pregunté si le gustaría una japonesa, me dijo que prefería una Harley-Davidson. Yo ni siquiera la conocía, pero me dijo que era la más hermosa de todas las motos del mundo. Quedamos en que pasaría a buscarlo con mi auto a las cinco de la tarde para ir a comprarla, pero cuando me preguntó de qué auto se trataba, le dije que eso sería una sorpresa.
Todo esto que estaba pasando me recordaba a mí cuando empecé a recibir regalos de Joseph. Era también una forma de asegurarme que no me reemplazaría por otra chica tan fácilmente y también pensé que cuando yo me cansara, bastaría un obsequio y todo terminaría. 
Ni bien crucé el umbral de mi casa me crucé con Paco que en tono desagradable me preguntó de dónde venía. Le dejé bien en claro que no quería que se metiera más en mi vida y que a partir de ese momento sería yo quien elegiría mis relaciones.
Durante el almuerzo con Paco estuvimos en silencio. Me pregunté si mi sermón de un momento antes no lo había transformado en mi enemigo.
Luego de tomar el café le avisé que no cenaría en casa a la noche y le pedí a Otto que a las cuatro y media dejara el Bentley en la puerta que yo misma lo conduciría. Cuando salí, llevaba puesto un jean e iba sin sombrero y sin alhajas.
Cuando Thierry me vio llegar con el Bentley me miró deslumbrado, abriendo sus ojos desmesuradamente. Le pedí que subiera al auto. Estaba tan fascinado con el auto que ni siquiera me dio un beso.
Cuando llegamos al lugar para comprar la moto, resultaba enternecedor verlo tan enamorado mirándolas. Eligió una negra y cromada, porque armonizaba con el uniforme del club Los Angeles Negros. Además era el modelo más potente y rápido. En tres días, el próximo viernes, nos entregarían la moto a su nombre, con los papeles y totalmente acondicionada para salir con ella sin sobresaltos. No pude menos que decirle que debía de ser tan galante con "su mujer" como lo era con su moto y cuando me replicó que todavía no era más que una amiga y que había muchas que quisieran estar en mi lugar, no pude menos que contestarle que ahora era mi protegido y que en el futuro tendría que escucharme, porque sino lo plantaría y tendría que pedirle a otra que le pague la nafta para llenar el tanque. Fuimos con el Bentley a pasear y lo llevé al amarradero para mostrarle el yate Sabine. Subimos para saludar al capitán pero nos fuimos enseguida con la promesa de volver en otro momento.
Comencé a pensar que yo le había regalado un montón de cosas pero yo no me sentía satisfecha. Jamás había conocido la exaltación suprema del cuerpo a la que una mujer tiene derecho, pero no desesperaba de encontrar al fin la pareja ideal que me llevara a los límites del gozo. Y si no iba a ser Thierry... lo abandonaría por otro! Regresamos a su abominable casa. Decidí darle el dinero para que alquilara una en otro lugar, más digna para ambos y le dejé el vuelto para comprarse un par de trajes, camisas y corbatas; decidimos ir juntos a comprarnos un equipo de Angel Negro, porque ambos necesitaríamos uno. Le entregué el dinero y le pedí que ni bien encontrara el departamento, me avisara, porque quería cerciorarme por mí misma que era de mi agrado y que luego lo amoblaríamos juntos. Lo primero que me dijo, fue... pero, y mi cama????? 

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