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martes, 10 de septiembre de 2013

EL ESTRES ENCOGE EL CEREBRO

 
 
 
 
Los ingenieros ingleses usaron la palabra stress para referirse a la resistencia de una estructura para soportar una determinada carga.
Esa misma palabra fue incorporada más adelante por la medicina, asimilándola a la tolerancia del organismo humano ante las presiones que debe soportar en la vida.... o sea que estrés es entonces la máxima carga soportable.
Nuestro organismo tiene recursos como para hacer frente a exigencias de peligro o presiones inevitables que se imponen día a día.
Pero existen dos tipos de estrés: uno agudo y de corta duración, gracias al cual nos adaptamos y superamos esos inconvenientes cotidianos y otro crónico, que como su nombre lo indica es persistente, continuo y no da tregua, que es el que nos enferma.
El estrés crónico produce síntomas emocionales y físicos. Los síntomas emocionales pueden ser ansiedad, pánico, angustia, irritabilidad, miedos, incapacidad para encarar proyectos, falta de deseos... Los síntomas físicos son dolor de cabeza, acidez estomacal, dolores de cuerpo, malestares intestinales, mareos, náuseas, cansancio, palpitaciones, cambios menstruales, trastornos del sueño.
Es decir que el estrés agudo es necesario y saludable para nuestro organismo, pero el estrés crónico es nocivo y nos produce malestares o nos enferma seriamente.
Las responsables de producir continuamente las hormonas del estrés son las glándulas suprarrenales. Cuando el estrés es crónico, además de generarlas continuamente, lo hacen en cantidades superiores a lo normal, razón por la cual pueden agotar sus reservas y como consecuencia el organismo no puede responder a las exigencias de sus obligaciones.
Investigaciones recientes demostraron que cuando un organismo tiene hormonas de estrés en exceso, se produce un efecto muy perjudicial: disminuye el volumen del cerebro. Esto ya se había descubierto en los experimentos con animales, pero ya se constató que también ocurre en los seres humanos.
Cuando una persona tiene estrés crónico o una depresión muy prolongada, se activa una especie de interruptor genético, de nombre GATA1, que lo habitual es que esté apagado. Cuando se prende, impide que se formen las conexiones entre las neuronas, necesarias para que funcionen normalmente y para su durabilidad. Esto es lo que provoca la disminución de la masa cerebral. Pero también puede haber trastornos de memoria y concentración y síntomas emocionales, porque compromete el hipocampo, centro de la memoria y la zona prefrontal del cerebro.
Es decir, cuando el estrés es prolongado, puede ocurrir que el cerebro se encoja, se achique o envejezca tempranamente.

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