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viernes, 10 de mayo de 2013

LA MUJER SIN FRONTERAS - PARTE II

 
  
 


Mad, como acostumbraban llamarla, hablaba con tanta tranquilidad que parecía que iba a contar la historia de otra persona.
Comenzó diciendo que todo había empezado hacía dos años en ese mismo departamento de París, que solamente era conocido por ellos dos y que nunca había tenido teléfono. Fred, que así se llamaba en realidad, se movía con otra documentación y por supuesto con un  nombre falso. Para los vecinos del edificio éran un matrimonio que nunca se metía en problemas. Cuando lo mató, usó el arma de Fred que tenía silenciador, para que no se oyera el disparo, porque él siempre decía que cuando se liquidaba a alguien había que hacer el menor ruido posible… salvo cuando arrojaba una bomba, porque en esos casos trataba de que el acto tuviera la mayor repercusión posible, porque su objetivo era que la gente entrara en pánico.
Agregó que sólo ellos dos tenían las llaves del departamento y ella había tomado las de él y las había puesto a buen resguardo, por lo que si en ese mismo momento la policía decidía allanar el lugar, encontrarían el cuerpo de Fred tirado en el mismo lugar donde le había dado muerte.
En el acto que habían cometido, no había cómplices, es decir que había sido preparado sólo por ellos dos, Fred y Mad… y no había sido el primero sino que había habido otros similares.
El policía, cada vez más sorprendido por lo que estaba escuchando, le dijo que continuara hablando y agregó… ya me pude dar cuenta que él era un profesional y usted una mujer fuera de lo común. Ella confirmó la profesionalidad de él aunque  lamentaba la obsesión que tenía por las ideas destructivas. Le contó que a pesar de tratar de disuadirlo de sus ideas durante los dos años que estuvieron juntos, terminaba siempre haciéndole creer que el que tenía razón era él… la dominaba desde todo punto de vista, moral y físicamente.
Mad aceptó que lo amaba profundamente y que si en ese último atentado no hubiera tenido esa desgracia familiar estaba segura que aún estaría a su lado y él continuaría vivo, pero la había puesto a prueba en eso y en escala de prioridades estaba primero su propia familia, por más amor que sintiera por él.  Ella siempre pensaba y sabía que la única manera de librarse de su dominio era matándolo, pero si hacía eso no quería seguir viviendo. En esta oportunidad no lo había hecho por lo mucho que ahora la necesitaban su padre y su hermano.
El oficial Beilin le preguntó si estaba creída que él la ayudaría si le seguía dando pruebas de su franqueza y ella le confesó que sí, pero que lo haría no sólo por ella sino por su familia, a quienes sería imposible explicarles que su hija y hermana había sido cómplice de su desgracia… aunque seguramente algún día finalmente se enterarían.
Antes de continuar, el oficial le recalcó que por más que ella lo hubiera matado para hacer justicia, no tenía derecho a cometer deliberadamente ese asesinato… tendría que haber esperado que fuera apresado por la policía y que ellos se encargaran de hacer justicia tal vez matándolo y eso hubiera sido lo mejor para ella, pero Mad insistía en que hubieran tardado años en hallarlo e incluso en identificarlo.
La joven comenzó a contarle que la noche que lo conoció acababa de tener su última cita con un hombre que trabajaba con ella, con el que estaba saliendo hacía tres meses. Era el hombre que ella había soñado… entrado en años, pero colmaba todas las expectativas que tenía respecto de la persona que deseaba para estar a su lado. Sentía que había encontrado como un segundo padre, que además la hacía sentir mujer. Estaba completamente enamorada y su único sueño era casarse con él y consagrarle su vida. Pero esa noche le reveló que era casado y que tenía dos hijos pequeños que aún necesitaban de él. Se retiró sin agregar ni una palabra más y ella quedó sola en la mesa de un bar.
Frente a ella, sentado en un taburete, había un hombre que la observaba. En un momento se acercó a la mesa, se sentó y comenzó a hablarle. El joven la invitó a tomar una copa de champagne para levantarle el ánimo y aunque ella al principio se resistía finalmente ocurrió lo que a partir de ese momento ocurriría siempre, terminó convenciéndola.
El hombre que estaba ahora con ella era lo opuesto a aquél que hacía un momento la había abandonado. Uno era todo refinamiento, el hombre que inspira confianza. En cambio este otro era bastante desaliñado y tenía un aspecto muy descuidado. Pero a pesar de todo ello, la fascinó su mirada… una mirada que no reaccionaba ante nada. Ahora bien le podría decir que su mirada era la de un asesino, que no se conmueve ante nada ni nadie. Y aunque le parezca mentira, oficial, me dio la impresión que esa mirada me decía que esa persona se sentía inclinada a ayudarme…. Pero, cómo se equivoca uno!
 

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