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lunes, 27 de mayo de 2013

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY (PARTE XVIII y XIX)




La doctora Greene me cae bien de entrada. Luego de un exámen realizado en profundidad, coincidimos en la minipíldora y me deja la receta. Salimos de mi dormitorio y cuando bajamos al salón nos encontramos con Christian sentado en un sillón, leyendo y escuchando un poco de música de fondo. Cuando la doctora se retira, Christian me insinúa hacerme el amor ahí mismo pero le digo que tengo apetito y deseo comer algo. Christian es el sexo ambulante. Cuando le digo a Christian, porque me lo ha preguntado, que he optado por la píldora, me dice que pondrá la alarma en su celular para recordarme tomarla todos los días a la misma hora. Es como yo digo: ¡me asfixia con querer tener el control de todo!

Luego del desayuno se acerca a mí provocativamente y tomándome de la mano nos dirigimos arriba. Mi corazón se acelera porque nunca sé con qué se va a salir. Su actitud ha ido cambiando y ahora es más cruel. Antes de entrar al salón de los juegos me pide que me saque los zapatos y los coloca junto a la puerta. Me pide que levante los brazos y me quita el vestido por encima de la cabeza. Me quedo sólo con la bombacha. Me recoge el pelo y con extrema habilidad me hace una trenza gruesa y la sujeta con una gomita. Toma mi mano derecha y antes de que me pueda dar cuenta me golpea con una fusta que no había visto que tenía. La fusta es marrón de cuero trenzado. Lo complazco en todo lo que me pide… siento que mi cuerpo ya no me pertenece y de pronto es como si fuera una observadora de todo lo que está pasando a mi alrededor. Me ata las muñequeras y se mueve alrededor mío observándome. De golpe me azota bajo el trasero. Sorprendentemente los azotes me resultan dolorosamente dulces. Cuando la fusta castiga mi sexo grito fuerte y le pido por favor que se detenga. Levanta la fusta nuevamente y me pregunta si sigue o no. Yo le digo que continúe. Christian hace con mi cuerpo lo que quiere. Cuando me desabrocha las muñequeras y me suelta, me desplomo en el suelo y él cae junto a mí.

Me pregunta si me ha dolido y le digo que no. Me pregunta si lo volvería a hacer y en voz baja le digo que sí. Me vuelvo hacia él y acaricio su pecho con la nariz, pero inmediatamente se pone tenso y me dice que no debo hacer eso. Veo por primera vez que tiene unas cicatrices redondas y pequeñas desparramadas por todo el pecho. Mis piernas ya no me sostienen. Mi cansancio me supera y siento que me voy a quedar dormida, pero Christian aún no ha terminado. Me pega en mi trasero con la mano abierta y me duele mucho. Finalmente pierdo la conciencia y cuando recupero mis sentidos estoy acostada en el suelo encima de él. Me ayuda a levantarme, me alcanza una bata, me alza y me lleva a mi habitación, donde ese día me ha examinado la doctora Greene. Me acuesta y se mete en la cama conmigo. De inmediato me quedo dormida.

Christian me despierta. Quiero seguir durmiendo pero me dice que debemos ir a cenar a la casa de sus padres. Me levanto, me ducho y cuando busco mi ropa interior encuentro sólo mi corpiño porque mi bombacha la noche anterior la había guardado dentro del bolsillo de su jean. No quiero darle el gusto de pedírsela. Eso querría él para hacerme sentir mal, de modo que decido salir sin ella. Me arreglo lo más rápido que puedo y bajo porque me está esperando. Me toma entre sus brazos y al compás de un tema de Frank Sinatra bailamos rodeando todo el salón. Abre la puerta y salimos. Tomamos el ascensor, bajamos y nos encaminamos al auto. Pienso en todo lo que me ha hecho hoy y siento que volvería a hacerlo si es esa la única forma de estar con él. Extrañamente no ha vuelto a mencionar el contrato.

Llegamos a la casa de los padres de Christian poco antes de las ocho de la noche. La doctora Grace Trevelyan, su madre, está esperando en la puerta. Su esposo está a su lado. Dentro está también su hermana pequeña Mía, que debe tener aproximadamente mi misma edad. Lo primero que me dice es que está muy contenta de verme porque su hermano jamás ha llevado a una chica a su casa. Cuando entramos al salón Kate y Elliot están sentados en un sillón con una copa de champagne en sus manos. Pienso que Christian se ha visto obligado a invitarme a su casa, seguramente presionado por Elliot y tal vez también por Kate. Este pensamiento me enfurece. El padre de Christian me pregunta si tengo pensado tomarme unos días de descanso y le digo que estoy pensando en viajar a Georgia para visitar a mi madre. Christian no sabía nada y se le ve la sorpresa en su cara. Además se enoja. Durante la cena se muestra amigable y cuando terminamos de cenar me invita a recorrer la finca. Me lleva al embarcadero porque desea poseerme. Luego del bolsillo de su campera saca mi bombacha, me la da para que me la ponga y volvemos a la casa casi corriendo porque su hermana Mía nos está llamando 



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