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martes, 16 de octubre de 2012

HISTORIA DE MI VIDA - PARTE 21






 

En 1995, cuando falleció Gustavo, Marcelo seguía casado con Gaby y aún lo están. De hecho, el año pasado cumplieron las bodas de plata. El fallecimiento de su padre y, 6 meses más tarde, de su hermano, lo hicieron caer en una profunda depresión, de la que le costó bastante salir… sobre todo que no quiso buscar ayuda en ningún terapeuta. Pero su familia siempre fue muy sólida y extremadamente unida. Son unos padres ejemplares y sus hijos son el resultado de la educación que recibieron. Los tres mayores ya están en la facultad y la menor está en quinto año y hasta ahora tiene un promedio general de 9,16 (disculpen pero me lleno la boca hablando de todos ellos). Siempre digo que poco tienen que envidiarle a la “Familia Ingalls” (serie televisiva que narraba las historias de una “familia ideal”).
Así fue que con la ayuda y el apoyo de todos, Marcelo pudo salir a flote.
Christian tenía 23 años y Sebastián 19. Mientras todo lo anterior ocurría, ellos dos tuvieron una trayectoria escolar impecable y actualmente también laboral.
Cuando Christian terminó la escuela secundaria, dedicó todo su tiempo a trabajar (donde metió todas sus fichas), a continuar con sus entrenamientos de handball, deporte en el que estaba federado y a salir con sus amigos los fines de semana. Siempre fue muy compañero mío y solíamos mantener largas charlas y, cuando llegó el momento, fue el bastón que me sostuvo y quien me brindó el apoyo económico sin el cual no hubiera podido salir adelante. Priorizando el trabajo fue postergando el comienzo de la facultad y cuando se quiso acordar estaba demasiado comprometido laboralmente y el tren ya había pasado.    
Sebastián hizo 6 años de industrial con orientación contable. En diciembre, cuando obtuvo su título secundario, se anotó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (donde posteriormente obtuvo su título de Contador) y encontró por el diario un empleo en un estudio contable donde permaneció 15 años. Estas cosas que yo cuento y que a lo mejor parecen triviales, para mí son muy importantes, porque hablan de su responsabilidad frente a la vida para manejarse solo y sin depender de los demás…Siempre fue así y siempre decía que cuando fuera mayor de edad se iba a ir a vivir solo.  Hace un par de años atrás, tuvo un ofrecimiento de una gran empresa para incorporarse como contador de la misma. Ya casado y padre de dos hermosos niños y con la responsabilidad que le cabía y que lo caracteriza, lo pensó mucho y finalmente decidió aceptar el ofrecimiento. Su decisión fue muy acertada porque el cambio lo favoreció en todo sentido.
En casa habíamos quedado Enrique, Christian, Sebastián y yo. En 1997, cuando cumplió los 21 años, Sebastián alquiló un departamento –tal como lo había vaticinado desde muy corta edad- y se fue a vivir solo. Nuestro hogar se iba reduciendo paulatinamente… el nido se iba vaciando de a poco. Enrique y yo nos quedamos con Christian y con Duque, nuestro perro ovejero que por ese entonces tenía más o menos 7 años. Christian había entrado a trabajar en la empresa de comunicaciones donde yo estaba, en el departamento de obras e infraestructura, donde al cabo de unos años aprendió mucho en telefonía celular. También él supo aprovechar, hace ya unos 10 años atrás, un ofrecimiento laboral para ingresar a una de las dos grandes telefónicas del país, donde merced a su capacidad, idoneidad, aplomo y honestidad fue escalando y hoy ocupa un cargo de relevancia en la gerencia correspondiente.  
Así las cosas, nuestra vida había comenzado a deslizarse sobre carriles normales o por lo menos sin los sobresaltos a los que estábamos acostumbrados.
Enrique tenía por costumbre ir todos los domingos a la mañana a visitar a su madre, que vivía no demasiado lejos de nuestra casa. Iba un rato y volvía al mediodía y almorzábamos los tres juntos con Christian. El domingo 27 de agosto del año 2000 hizo lo mismo de siempre. Me saludó, me dio un beso y me dijo hasta luego, voy a la casa de mamá… y fue la última vez que lo ví. Como al mediodía no llegó, llamé a la madre y me dijo que no había ido. Pensé que había cambiado de planes y se había ido al taller de un amigo, donde también tenía que ir ese día. Yo estaba muy enojada. A las 7 de la tarde llamaron de la comisaría de Parque Centenario y me dijeron que había tenído un accidente y que fuéramos lo antes posible. Yo estaba con Christian. Salimos de inmediato para allá y cuando llegamos vimos el auto en la puerta intacto, lo que nos dio cierta esperanza… por lo menos no se trataba de un choque. Mientras yo me dirigía a un oficial de policía que me dijo que él no sabía nada al respecto, Christian se fue para la otra puerta y cuando me dí vuelta me topé con él diciéndome que el padre estaba muerto. Fue como si me hubiera dado un golpe en la boca del estómago que me hizo doblar en dos. Esa imagen de Christian la tengo grabada y no se me va a borrar nunca. Sentí que la tierra se abría debajo de mis pies. No… otra vez más no, por favor! Yo no podía creer que otra desgracia más se ensañara con nosotros. Pero sí… mientras manejaba tuvo un infarto masivo que le dio tiempo a estacionar pero murió casi en forma instantánea. Ese fue el informe de la autopsia. Tenía 58 años... y aquí comienza otra etapa de mi vida.
..//continuará

                                                                    El rincón de neche (Elsa)


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