El magnesio está distribuído en los tejidos blandos (que son, entre otros, los tejidos no óseos, tales como los músculos, la grasa, el tejido fibroso y los vasos sanguíneos) y en el esqueleto, donde está el 60% del total de este mineral a nivel orgánico.
Sirve para: 1) ayudar a mantener las células nerviosas y muscular, 2) constituir más de 300 enzimas corporales y ser parte componente de los huesos; 3) mantener funcionando nuestro sistema de defensas; 4) colabora en la contracción y relajación muscular; 5) Promueve una normal presión arterial; 6) regula los niveles de glucosa en sangre; 7) interviene en el metabolismo energético y en la síntesis de las proteínas.
Con respecto a los beneficios, está relacionado con la regulación o prevención de ciertas enfermedades crónicas, como por ejemplo: la hipertensión arterial, la diabetes y la enfermedad cardiovascular.
La deficiencia del magnesio no es frecuente, excepto en enfermedades donde no puede ser correctamente absorbido, siendo los síntomas: náuseas, alteración del sistema cardiovascular, trastorno mental y debilidad.
Consumirlo en demasía, si se lo hace a través de los alimentos probablemente no cause daño, salvo que el riñón no pueda excretarlo correctamente por una enfermedad renal. En tal caso se puede producir una parálisis en músculos esqueléticos, depresión respiratoria, coma y hasta la muerte.
No se debe ignorar que los laxantes y los antiácidos contienen magnesio, por lo que su ingesta en dosis altas aumentan el riesgo de toxicidad.
Podemos encontrar magnesio en legumbres, semillas, cereales integrales, frutas secas y también en las hojas verdes de las hortalizas.
La cantidad diaria necesaria se puede cubrir con:
1) 2 rodajas de pan de salvado de trigo + 1 taza de espinaca cocida.
2) 1 plato de arroz integral + 1 taza de acelga cocida
3) 1 cucharita de postre de castañas de cajú + 1 plato chico de lentejas + 2 rodajas de pan integral.
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