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miércoles, 21 de junio de 2017

LOS PADECIENTES (PARTE VIII) - Síntesis p/discapacitados visuales y/o motrices

LOS PADECIENTES (PARTE VIII)


 

Camila continúa con Pablo en su casa de Gral.Rodríguez. Empieza a hablar. Tiene la mirada perdida y está de espaldas a él. Mi madre amaba a mi padre y quería que yo también lo hiciera. Ella lo intentaba siempre hablándome bien de él pero yo me daba cuenta que lo que me decía no era cierto. En realidad lo que me contaba era la historia de un padre ideal, el que a ella le hubiera gustado que yo tuviera. Me contó que ella se había enamorado de un hombre bueno y cariñoso y para quien su familia era muy importante. Es decir, mi mamá me quería convencer de que todo era como en un cuento de hadas. Mientras mi madre vivió, mi padre guardó un poco la compostura, aunque igual algunas noches salía. Yo no entendía bien qué estaba ocurriendo, porque cuando pasaba eso, ella venía a mi cuarto, ponía la música muy fuerte, tiraba un mantel en el suelo a modo de picnic y comíamos y jugábamos allí sin salir de la habitación. Pero yo no era feliz porque me daba cuenta que todo eso era falso y que la música que ella ponía para endulzar nuestros oídos, en verdad la ponía para tapar otros ruidos que mi mamá evitaba que yo escuchara. Cuando Pablo le pregunta si sus hermanos estaban también en el cuarto, Camila calla y dice que no lo sabe. Pablo le hace ver que sí lo sabe, pero que intenta no recordarlo. Por toda respuesta la niña lanza un grito como si fuera de dolor y estalla en llanto de forma desesperada. Pablo la alienta para que continúe llorando… era hora de que lo hiciera. Mientras tanto el subcomisario Bermúdez se entera que Pablo está con Camila en su casa y furioso da las instrucciones para que lo vigilen hasta que abandone el lugar. Busca entre sus papeles, encuentra el número de teléfono que buscaba y marca mientras maldice por lo que acaban de contarle. Camila pasa largo tiempo llorando y le va contando a Pablo que esas noches eran interminables. Yo no sabía qué estaba pasando afuera pero sabía que era algo malo, que mamá trataba de ocultarme. Camila descargó todo el dolor contenido durante tanto tiempo. Pablo insistió con la pregunta anterior, para saber si los hermanos estaban con ella o no. Con los ojos llenos de lágrimas le describió a Javier bamboleándose dentro de la habitación, con la mirada perdida y sin decir nada. En un estado que también le daba miedo. Paula no estaba, no recuerda. A veces el olvido es el intento por no traer a la realidad situaciones muy dolorosas, que generalmente están asociadas a vivencias traumáticas infantiles que mucho tienen que ver con la sexualidad. Existe un mecanismo para ayudar a los niños a exteriorizar esos traumas, que es a través del juego. En el caso de camila es evidente que su mecanismo de defensa ha sido la música. Hay situaciones particulares en las que las cosas familiares se tornan amenazantes, como que debemos empezar a cuidarnos de aquellos que deben velar por nuestra seguridad, porque se han tornado peligrosas. En este momento a Pablo ya no le quedan dudas de que Roberto Vanussi ha sometido a sus tres hijos. Camila continúa diciendo que en aquél momento sabía que su padre hacía muchas cosas malas, como pegarle a su familia, sobre todo a Paula y Javier. De golpe su mirada se pone seria y con firmeza añade: a mí no me tocó nunca ni iba a permitir que lo hiciera. Pablo le dice entonces que su mamá había hecho todo lo que había estado a su alcance para cuidarla, pero se encuentra con una respuesta de camila que no esperaba: ¿vos creés? Son inútiles los artilugios que usa Pablo para lograr que camila continúe hablando, entonces decide probar con el juego. Cuando le pregunta a qué le gustaría jugar con él, ella elige jugar a la escondida. ¡Exacto!piensa Pablo, para sus adentros, era en lo que estaba pensando. Pablo cuenta hasta 100. El lugar elegido por camila para dar piedra libre es una pared del alero, fuera de la casa. Se toma un tiempo y empieza a buscarla. Se dio cuenta que camila está dentro de la casa y que seguramente lo está mirando, pero él aprovecha para recorrer un poco la propiedad. Más o menos a 30 mts de la casa principal está la casa de Francisca. Un poco más allá, hay una construcción y Pablo se aproxima al lugar. Vé que supera en lujo a la casa de los caseros pero parecería deshabitada. Camina un poco más y se aproxima a la parrila y al horno de barro. Regresa hacia la casa y camila ríe al ver por donde la está buscando Pablo. Lo ve acercándose a la entrada y sale corriendo a esconderse, hasta que ocurre algo que la paraliza: el ruido que hace la puerta al abrirse. Ese sonido horroroso que escuchó tantas veces y que hacía que fuera corriendo a refugiarse en la cama o en el estudio. Camila siente pánico y no quiere jugar más. Pero está muda, no le salen las palabras. Su corazón le sale por la boca. Piensa que eso no es un juego y vuelve a salir corriendo hasta que de golpe escucha una voz que la paraliza: Camila, estoy cerca y te voy a encontrar. Siente algo caliente entre sus piernas. Se mira asustada y se da cuenta que se hizo pis. Pablo vuelve a gritar en un tono risueño, camila, estoy cerca y te voy a encontrar. Mueve a propósito una silla para que camila se dé cuenta de donde él se encuentra y cuando él bromea diciendo que ya está cerca, muy cerca, la pequeña hunde su cara en un almohadón y lanza un grito desgarrador. Ella sabe que la voz, tarde o temprano va a encontrarla y ella está sola, no puede contar con nadie. Francisca está en el quincho, su marido durmiendo la borrachera, Paula en su departamento de bs.as. y Javier nunca la pudo ayudar, excepto aquella noche. Pablo no la encuentra donde él pensaba que estaba pero de pronto es como que entiende todo lo que pasa por la psiquis de la pequeña y siente la misma angustia que está sintiendo la niña de vivir en ese infierno. Sale corriendo a buscarla a la habitación del pánico, donde la cobijaba su madre, gritando, Camila, ya voy y cuando ella lo oye piensa… ya todo terminó. El juego ha llevado a la niña de regreso a la niñez. Pablo abre lentamente la puerta e ingresa. Cuando ve el charco amarillo se da cuenta de lo que está pasando. La llama y se identifica, le dice que es Pablo y que no debe temer, que está allí para ayudarla. Desde dentro del placar se oye un gemido ahogado. Le repite que es Pablo y que no se asuste porque va a abrir la puerta del placard. Lanza un grito que el almohadón no puede contener y la encuentra debajo del último estante, hecha un ovillo contra la pared del fondo. Sabe que su forma de ayudarla no es extendiendo el brazo para que salga. Se sienta en el suelo a un metro de ella y la mira. Sólo le importa ayudar a Camila. Pablo le habla con tranquilidad, suavemente, con ternura. Pablo la anima diciéndole que está a salvo. Ella teme abrir los ojos y encontrarse con la voz que tanto teme y cuando lo hace y ve a Pablo se lanza a llorar pero esta vez de alegría. Pablo no la puede ayudar a salir, Camila tiene que hacerlo sola. Pablo sabe que camila no está recordando, está reviviendo su infancia y además se da cuenta que ella condensó en su persona dos imágenes: él es el padre y también la madre. Y ella no sabe si al salir será recibida por la protección que le daba su mamá o por el sadismo de su papá. Desde ese lugar entonces Pablo le dice que él es su analista y que está allí para ayudarla pero que si quiere se puede ir. Pablo, sentado en el suelo, le abre los brazos y la pequeña sale corriendo del escondite y se abraza a él con todas sus fuerzas y llorando desconsoladamente. Una hora más tarde la llama a Paula y le pide que vaya urgente a Gral.Rodríguez porque Camila la necesita. Le dice que le explicará a su llegada todo lo ocurrido, que ahora está durmiendo pero que cuando despierte quiere que esté ella a su lado para bañarla y cambiarla, porque él no tiene la menor intención de tocarla. Cuando corta, camila está descansando. Parece en paz.


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